Historias, historias y más historias.
Entramos dentro de una
enorme sala, de techos abovedados y ventanas hechas de cristales medio
transparentes que le dan un aire clásico y acogedor. Lo que más me sorprende es
la cantidad de estanterías repletas de libros, y la gran chimenea que decora el
centro de la estancia. Demian, aún agarrando mi antebrazo, prácticamente me
obliga a sentarme en un sofá de terciopelo rojo. Yo, obediente me siento,
agacho la mirada y remuevo nerviosa mis manos. Noto como Demian, Kyo y
Cassandra se sientan justo en frente de mí, como si se tratara de una
reprimenda.
-De acuerdo. Lo primero
será que levantes la mirada. –como una niña pequeña, asiento y levanto la
mirada. Únicamente Demian me mira fijamente.
-¿Sabes algo, realmente?
–esta vez es Kyo quien habla, y no precisamente con amabilidad.
-Sé que mi familia está
preocupada, que dentro de poco tengo la Selectividad y que quiero entrar en la
universidad. –mi voz se vuelve terriblemente fría y hostil.
Ellos son
desconocidos para mí, y por mucho que me hayan curado yo no quiero saber nada
de todo este rollo. No me lo merezco, o al menos no creo merecerlo. No quiero
enfrentarme a esto, prefiero refugiarme en mis libros de estudio y en mi vida
monótona que tanto echo de menos. –Además, ¿cuánto tiempo llevaba durmiendo?
-Llevabas dos días. –mi
subconsciente, todavía débil, se desmaya. Mierda, por eso tantas llamadas.
-Mierda. —murmuro. Y por
una vez en todo el tiempo que llevamos en esta sala, los tres me miran
fijamente sin comprender. Rebusco desesperada en la mochila y doy con mi
teléfono móvil. Inmediatamente lo enciendo y llamo a mi madre.
Un tono, dos tonos, tres
tonos y…
-¡Rebecca, por Dios!
-¡Mamá! –exclamo llorosa.
Todos siguen mirándome. Discretamente me aparto al fondo de la sala y hablo en
voz baja.
-Rebecca. ¿Dónde estás?
¿Qué te ha pasado?
-Mamá, creo que hasta
dentro de un tiempo no iré a casa—hago una pausa—siento haberos preocupado
tanto.
-¿Qué es lo que ha pasado
para que decidas irte de casa sin decirnos nada?
-Ha pasado que ya sé la
verdad. Sé que soy adoptada, sé que no sois mis padres y… y que algo raro me
pasa. –suelto un sollozo contenido y mi madre otro.
-Rebecca, lo siento
tanto…te abandonaron…eras apenas un bebé…
-Mamá no te culpo porque
no me contaras la verdad. –reprimo las lágrimas.
-Hija, hay una cosa más…
--su voz completamente impregnada de dolor susurra: --Leo…Leo está en el
hospital.
-¿Qué? –mi subconsciente
que permanecía durmiendo, se levanta con un ataque cardiaco.
-Salió a buscarte y le
atropellaron.
-¿Qué?—“di algo más”
murmura mi subconsciente-- ¿Está bien?
-No demasiado… Rebecca,
sé que es pedirte mucho pero a lo mejor si vienes, tal vez despierte.
-¿Despierte? ¿No está
despierto ya?
-No…está en coma. –y esa
es la gota que colma el vaso. Cuelgo bruscamente.
Miro a mí alrededor y
compruebo que los demás han dejado de prestarme atención. Tengo que mantener la
calma. Pero ¿cómo? ¿Cómo mantienes la calma sabiendo que no eres humana y que
tu hermano está en coma por tu culpa? ¿Cómo, eh? Respiro profundamente, me
quito con fuerza la única lágrima que cae por mí mejilla y me acerco a los
desconocidos. Ésta vez, Kyo me mira fijamente.
-¿Qué te pasa ahora?
–Demian y Cassandra me miran.
-Sólo quiero que me
digáis la verdad y entonces me iré. —Demian parece alarmado.
-¿Irte? ¿A dónde?
-Son cosas mías—hago una
pausa muy larga conteniendo las lágrimas, una vez más.
-Rebecca… ¿estás bien?
–Demian escruta mi rostro con preocupación. Niego con la cabeza.
-No me preguntes, sólo
contadme la verdad.
-Bien, Kyo cuéntasela tú.
Al fin y al cabo tú eres quien conoce su historia. –Kyo gruñe.
-No pienso contar nada.
-Por favor, Kyo. Cuéntame
la verdad y me iré, no volverás a verme, ya no será necesario que me desprecies
ni que me humilles para demostrar lo mucho que me odias. Simplemente quiero
volver a mi vida normal. Por favor. –y es más un gemido de dolor que otra cosa.
La mirada burlona de Kyo
se esfuma y me mira serio, perdido. Demian me mira conmocionado y Cassandra
mira a Demian con ojos brillantes de adoración. Está muy claro que a Cassandra
la gusta Demian, sólo con ver cómo le brilla la mirada…
-De acuerdo, lo haré,
acompáñame. —le miro extrañada. –Te lo voy a contar, pero no delante de ellos
dos.
Demian parece receloso
ante la idea y Cassandra todo lo contrario, se muestra encantada.
-¡Venga, vamos! –Kyo hace
una mueca rara, mientras me coge la mano y me saca a rastras. Cosa que me hace
gracia y me saca una carcajada, una carcajada que alivia tanto dolor.
-Oye, ¿dónde estamos?
-Estamos en Madrid, en la
guarida de los ángeles perdidos.
-Ajá. ¿Y en que parte de
Madrid estamos?
-Estamos bajo tierra,
concretamente bajo el Parque del Retiro.
-Pero, pero…desde la
ventana del salón se veía luz, y… y…
-Magia.
-¿Magia? ¿Qué?
-Calla un momento. –me
fijo en nuestras manos entrelazadas y me sonrojo extremadamente. Salimos por
una puerta a un pequeño patio, en el cuál hay una claraboya que deja entrar un
poco de luz y donde en el centro del patio hay una fuente pequeña, de agua
cristalina. –Siéntate. –Cómo no, yo obediente me siento en el borde de la
fuente y él a mí lado, soltándome la mano.
-¿Qué es lo que quieres
saber?
-Quiero saber qué soy,
porque soy así, de donde vengo, quienes sois vosotros, porque vinisteis a por
mí, porque esa cosa me atacó…
-Vale, para. Todo a su
tiempo. –coge mucho aire y me mira detenidamente. Se fija en mis manos
temblorosas e intenta mostrar una expresión amable pero no le sale, hace una
mueca muy extraña que me saca una carcajada y una sonrisa. Dulcifica el gesto
de su cara. – Eres como nosotros, un ángel perdido.
-¿Perdido, por qué?
-Hace mucho tiempo, ya
sabes cuándo se supone que Dios estaba creando la tierra, los ángeles vagaban
por el Cielo y los demonios por el Infierno. Las leyendas cuentan que unos
ángeles cometieron el pecado de enamorarse de demonios y procrearon con ellos,
pues bien eso no sentó demasiado bien al resto de ángeles, y por supuestísimo a
Dios. Así que éste mismo, castigó a los ángeles, condenándoles a vagar errantes
y perdidos por la tierra hasta el día de hoy. –traga saliva y yo reflexiono
sobre la información que bulle enfermizamente en mí cabeza.
-¿Y por qué yo tengo una
marca que me protege y me da una espada cuándo me atacan? –su rostro parece
expresar terror durante un instante.
-¿Cómo que te “da” una
espada?
-Lo que has oído, no sé
cómo pero cambia de forma y de mí brazo sale una espada, muy larga y brillante
con las iníciales M y R. –esta vez no disimula el terror de su cara. Parece
realmente sorprendido. --¿Eso es algo malo? –mis palabras le despiertan de sus
espantosos pensamientos y sonríe de medio lado, cosa que me da un escalofrío.
-No, para nada. En fin,
como iba diciendo… Cada cierto tiempo, un descendiente de Caín nace con la
marca propia de éste y todo su poder, en forma de ángel perdido. Así que
respondiendo a tu primera pregunta te diré que eres la reencarnación de Caín en
un cuerpo de ángel perdido. ¿Alguna duda?
-Unas cuantas, la verdad.
No todos los días me revelan los secretos del mundo. –Kyo ahoga una carcajada y
empieza a reírse sin piedad mientras yo muestro una expresión indescifrable.
Cuando el moreno para de reírse y se fija en mi semblante vuelve a ponerse
serio.
-Perdóname, pero es que
me has hecho mucha gracia. –suelta un suspiro. –Hacía mucho tiempo que no reía.
–esa última revelación me afecta en gran medida. Kyo se refugia en su actitud
egocéntrica, creída, burlesca, pero en el fondo parece realmente triste.
-Kyo, si no es demasiado
entrometerme… ¿Por qué estás tan triste? –él mencionado, me mira realmente
conmocionado y sorprendido.
-¿Por qué piensas que
estoy triste, Rebecca? –y ésa es la primera vez que dice mi nombre.
-Tú mirada…
-Sigamos con la historia.
—me corta bruscamente y sé, que me he pasado de la raya. – Demian, mi hermana y
yo, somos ángeles perdidos, cada uno con un diferente poder. El de mí hermana
es ser extremadamente fuerte y rápida, Demian sí se concentra, puede leer la
mente de la gente y aumentar su inteligencia cuando le apetezca o convenga, y
yo… yo estoy maldito, igual que tú.
-¿Yo estoy maldita? ¿No
se supone que la marca es un don? –ríe sin ganas.
-No es un don, Dios se la
puso a Caín como castigo, para que viera morir a todos sus seres queridos, para
que cuando nadie quedara, él siguiera viviendo. Ni siquiera una enfermedad o tu
propio suicidio pueden matarte. Estamos condenado a vagar errantes, perdidos. –su
tono de voz es tan realista y deprimente que no me cuesta aceptar la realidad
de lo que está diciendo.
-¿Tú también tienes la
Marca de Caín? ¿Por eso dices que estás maldito?
-Rebecca, eres muy
curiosa y eso a veces puede ser bueno, incluso divertido pero otras, es
molesto. –agacho la cabeza realmente avergonzada. ¿Por qué me hace sentir como
una niña que ha hecho una travesura?
-Perdona sí te he
molestado…--me mira atentamente y la tensión de sus hombros desaparece al ver
mi cara de total arrepentimiento.
-No pasa nada… y sí, soy
algo parecido a ti. Mi maldición se basa en andar errante por la tierra, con la
condición de no enamorarme, si me enamoro, mi maldición actuará rápida y
eficaz, y matará a la mujer de la cual me enamore. –suelto un gemido ahogado.
Qué pena. La compasión me inunda. Siempre he pensado que el amor es algo que
todo el mundo debe de experimentar, ya sea con alguien de tú mismo sexo, de
otra raza, de otra edad… soy bastante liberal, la verdad. Mientras haya amor,
el resto de insignificantes detalles, no importan. Kyo me mira y parece no
entender mi expresión apenada.
-Eso es muy triste…--y
sin poderlo evitar las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas, mientras
comprendo que no sólo mi vida es una mierda.
-¿Qu-qué te pasa? ¡Rebecca! –empieza a murmurar cosas. –No sé
que tengo que hacer, nunca he visto a una chica llorar… --suelto una carcajada
que le hace abrir los ojos completamente.
-Kyo, no hace falta que
me consueles, es simplemente que… me he sentido identificada.
-¿Identificada? ¡Pero si
tú no estás condenada a no sentir amor!
-¿A, no? Acabas de decir
que mi maldición es vagar errante por la Tierra, toda la vida. No voy a poder
enamorarme, porque al fin y al cabo todos morirán menos yo. Así que no digas
que únicamente tú no te puedes enamorar… porque yo tampoco. –Kyo parece
comprender.
Sonríe y es la primera sonrisa verdadera que muestra desde que le
conozco, que es bastante poco. Leo. De repente en mi mente aparece Leo. Me
estremezco, las lágrimas de compasión son substituidas por las de tristeza.
Kyo, me mira sin entender nada. Yo sigo llorando, temblando. Él no hace nada,
tan sólo apoya su mano sobre mi hombro y se queda conmigo mientras me desahogo.
Y eso me hace bien. No hay apenas contacto físico, pero noto como nuestras
almas sí que están en contacto. De alguna manera, me consuela su presencia. Las
lágrimas cesan y su mano abandona mi hombro.
-Rebecca. ¿Qué te ha
dicho tu madre? –parece que me haya leído la mente.
Rápidamente le cuento
nuestra conversación.
-¿Quieres que te
acompañe? En esta ciudad hay muchos demonios y supongo que se habrá corrido la
voz por el inframundo de que la reencarnación de Caín ha nacido de nuevo.
-¿Y qué pasa por eso? Los
volveré a matar con la espada.
-No todos los demonios
son tan tontos como al que mataste, hay algunos que toman formas humanas y son
increíblemente poderosos.
-¿Cómo sabíais que estaba
allí?
-Porque cuando uno de
nuestra especie despierta, todos lo notamos. Así que Cassandra y yo, seguimos
esa presencia y te encontramos medio muerta.
-¿Y por qué me atacó esa
cosa?
-Porque pensaba que eras
de un ángel mecánico.
-¿Ángel mecánico?
-Un ángel mecánico, es
uno de una casta superior a la nuestra, es decir, que tiene más poder que
nosotros.
-¿Y por qué pensaba que
yo era un ángel mecánico?
-Seguramente porque esos
demonios no piensan y al ver tu Marca el demonio que te atacó, pensó que eras
un ángel mecánico.
-¿Hay una casta superior
a los ángeles mecánicos?
-Sí, están los ángeles
etéreos, y después, los arcángeles, aunque nadie sabe si todavía existen, al
igual que Dios.
-Ajá. –trago saliva y
proceso la información. Así que…hay diversas castas de ángeles. --¿Y los
demonios?
¿Cómo se dividen ellos?
-Igual. También hay
diferentes castas. Están los demonios menores, los demonios del fuego, los
dominantes y los señores del averno, pero al igual que con los arcángeles no se
sabe si aún existen. Y digo lo mismo de Satán, nadie sabe de su paradero, ni
siquiera de su existencia.
-Ajá, entiendo… --Kyo me
mira como necesitando una respuesta a toda su explicación.
-¿No vas a decir nada?
¿No eras tan curiosa?
-No, ya sé la verdad.
Ahora me voy. Gracias, Kyo. Ha sido un placer conocerte. –me levanto de la
fuente, cojo mi mochila y me levanto. Oigo como inhala bruscamente, y al
segundo noto su mano aferrando mi brazo.
-No te voy a dejar ir
sola, te podrían matar y te necesitamos para la búsqueda de los fragmentos del
Colmillo Sagrado.
-¿Colmillo Sagrado? Ah, y
gracias, ya veo que sólo me queréis utilizar. Muy amable por tu parte.
-Lo siento, pero es la
verdad. Tú eres la reencarnación de Caín por lo que seguramente puedes sentir
los fragmentos del Colmillo.
-¿Qué es ese colmillo? –Kyo
sigue aferrando mi brazo con fuerza, como si fuera el único bote salvavidas de
un naufragio.
-Es una piedra, una
piedra muy antigua que tú antepasado, Caín creó con la intención de romper su
maldición pero que nunca llego a verificar su poder.
-¿Por qué?
-Porque se la robaron.
Ángeles enviados por Dios, cogieron el Colmillo y lo destruyeron en fragmentos
que esparcieron por todo el mundo.
-¿Y para qué queréis
vosotros esos fragmentos?
-Para librarnos de
nuestras maldiciones, pero sobre todo, para que su poder no caiga en malas
manos.
-Entiendo… bien. No os
pienso ayudar, adiós. –me mira encolerizado.
-¿Te salvamos y esto es
lo que recibimos a cambio?
-No hubiera muerto. ¿No?
-Cierto, pero… ¡No me
cambies de tema, niñata!
-¿Niñata? ¿Pero tú de qué
vas? ¡ERES TONTO! –dicho esto, me deshago de su mano y salgo corriendo.
¿Qué se ha pensado el
pavo éste? No pienso quedarme a obedecer sus órdenes.
No quiero seguir
metiéndome en líos, sólo quiero ver a mi hermano, que despierte y entrar en la
universidad. No es demasiado pedir. Si esperaba que Kyo me siguiera, estaba
equivocada. Salgo a unos túneles de piedra, que van ascendiendo hasta que al
final abro una puerta de acero y salgo a un rincón detrás unos árboles. Ah,
aire fresco. El Parque del Retiro. Adiós vida surrealista, hola vida monótona.
OOO
Kyo está muy enfadado. No
para de dar vueltas en círculo. ¿Qué se ha pensado la rubita? ¿Qué la iba a
seguir? ¡Pues no! ¡No está dispuesto a seguir a una niñata como ésa! Parece
mentira que la hubiera visto nacer. Esa no era su Rebecca, no era esa niña de
ojitos grises que iluminó la habitación. Sus padres eran amigos. A pesar de que
Kyo tuviera sólo dos años, se acordaba perfectamente del bebé sonriente, con
mechones rubios que le sonreía. Su Rebecca. No ésa. En fin, tendrá que volver
con Demian y Cass, y explicarles lo ocurrido, seguro que le echan la culpa,
como siempre que falla un plan. En cambio, Rebecca, ha llorado por él, le ha
dado pena. Tal vez ya no sea la Rebecca bebé y bonita que era, pero ahora es
una hermosa persona, por dentro y por fuera. Kyo se ruboriza. Qué tonto es. Las
tías son distracciones. Las usas y las tiras. No puede creer lo que acaba
de pensar. ¡Esa rubia…hermosa! ¡Que estúpidez!
Enserio, de donde sacas toda esa imaginación??? pero es increible, esta genial, no tengo palabras... por favor siguiente ya!!!
ResponderEliminarun beso.
JAJAJA supongo que de mí locura(?)
EliminarMuchísimas gracias, de verdad.
Un kiss muy grande :D