Volver a la rutina, es imposible.
Kyo avanza por uno de los
numerosos pasillos de la guarida y conforme se va acercando al centro de
reuniones oye gritos de Cassandra y Demian. ¿Les atacan? Kyo camina con más
velocidad hasta que llega a un punto en el que empieza a correr. Justo cuando va
a abrir la puerta sale su hermana con lágrimas brillando en sus ojos y
estremeciéndose. Kyo la coge del brazo.
-¿Qué ha pasado?
¿Cassandra? ¿Por qué lloras? –su hermana no le responde, es incapaz de mirarle.
Sabe que él no tiene la culpa, pero…
-Tú, tú tienes la
culpa…--Kyo no comprende nada. ¿De qué tiene la culpa?
-¿Qué se supone que he
hecho?
-Demian…tú…yo…
-Cass, relájate y
cuéntamelo con tranquilidad.
-¡No me trates como a una
niña! ¡Demian es gay por tu culpa! –Kyo queda totalmente impactado. ¿Demian
gay? No es que él esté en contra de esas cosas pero nunca hubiera imaginado que
fuera gay. ¿Y por qué es su culpa?
-¿Por qué es mí culpa y
por qué te afecta tanto que Demian sea gay?
-Dios, Kyo… eres
rematadamente tonto. –se deshace del brazo de su hermano y huye hacía su
habitación donde se tumba encima de un montón de almohadas rosas. Y ahí
comienza a llorar. Expulsa todo lo que lleva fuera.
¿Cómo es posible que su
hermano sea tan tonto? Dios…ella lleva enamorada de Demian toda la vida y Kyo
aún siendo de su misma sangre, no se ha dado cuenta… Se siente frustrada,
incomprendida. Y por encima de todo se siente avergonzada. ¡Anda que lanzarse
hacía él de esa manera! Y poco a poco los recuerdos que han acontecido hace
unos cuantos minutos vuelven a la mente y al corazón de Cassandra.
OOO
Kyo y Rebecca salen del
centro de reuniones y Cassandra y Demian se quedan a solas. Cass sabe que es la
única oportunidad que tiene de declararse al chico de ojos naranjas que tiene al
lado. Está nerviosa y confusa por la situación pero sonríe mientras toma la
mano de él, entre las suyas. Demian le mira sin comprender. Ella se sonroja y
empieza a hablar.
-Demian. Tú siempre has
cuidado de mí—él asiente prestándole toda su atención—y quiero agradecértelo.
Después de tantos años, batallas, momentos tristes, risas… yo empecé a… a
comprenderte…a…quererte. Llevo enamorada diez años. ¿Y sabes de quién? De ti,
siempre supe que para mí eras más que un amigo. –el mencionado no reacciona.
Se
muestra pálido como un muerto. Le va a romper el corazón y no quiere. Cassandra
es lo más parecido a una hermana pequeña que ha tenido. ¿Cómo es posible que él
esté enamorado de su hermano?
Cassandra al ver su
expresión de duda y de dolor sabe su respuesta. Las lágrimas se acumulan detrás
de los párpados, reprime un sollozo. ¿Por qué no la quiere?
-Verás, Cassy, todo es muy complicado.
-¿Dime, por qué no te
gusto? ¿No soy lo suficientemente guapa? ¿Es eso?—Demian se muestra
escandalizado.
-¡No, no es nada de eso!
-¿Y entonces que es, eh?
–el volumen de Cassandra va creciendo hasta convertirse en gritos.
-¡No me gustan las
chicas! –exclama Demian perdiendo la paciencia. La chica se queda sin aliento y
las lágrimas comienzan a brotar por sus mejillas mientras que de vez en cuando
suelta un sollozo. Es gay, es gay… se repite a sí misma.
-Pero… no es sólo eso.
¿Verdad? Sientes algo por alguien… --él, abre los ojos desmesuradamente. ¿Cómo
diablos lo ha averiguado?
-Kyo. Quiero a Kyo. –y
esa es la gota que colma el vaso. Cassandra no se reprime, se inclina, y junta
sus labios con los de él. Es un beso extraño. Los dos mantienen los ojos
abiertos. Ella con lágrimas corriendo por su cara y con el corazón muerto de
dolor, él con expresión derrotada y perdida, no quiere hacerle daño.
-Así que… mi hermano…--suelta
una carcajada seca. –No tienes buen gusto.
-Cassandra, yo…
-¡Tú nada! ¡No quiero
estar cerca de ti! ¡Nunca más! –la chica se abalanza hacía la puerta y se va,
dejando atrás a un Demian deprimido y culpable.
OOO
Cassandra no puede parar
de llorar. No quiere verle, sólo quiere estar sola, quiere recoger los pedazos
de su roto corazón y sanar. Quiere sanar y sentirse bien, fuerte. Como ella es.
Kyo entra dentro del
centro de reuniones. “¡Demian es gay por tu culpa!” ¿Qué querría decir con eso
su hermana? No hay quien entienda a las mujeres… Avanza por la gran sala y ve a
Demian con el rostro enterrado entre las manos y temblando. ¿Está llorando? Se
acerca sigiloso y apoya una mano en su hombro. Demian levanta su mirada
anaranjada y comprueba que sí estaba llorando.
-¿Qué ha pasado, Dem? –él
niega con la cabeza y no reprime los sollozos. Kyo, que ya lo había visto así
otras veces, le abraza y deja que lo suelte todo. Cuando por fin se calma,
murmura:
-No quiero hablar de
eso…por favor…
-De acuerdo, ya sabréis
lo que hacéis. –se hace el silencio, Dem se aparta de Kyo y nota la ausencia de
la rubita.
-¿Dónde está Rebecca? ¿Ya
la has tratado mal y se ha ido? –el mal humor aparece en Kyo al recordar a la
chica.
-¡Yo no le he hecho nada!
Es más, le he contado lo que quería saber pero después se marchó, diciendo que
no pensaba ayudarnos en nada. ¿Te lo puedes creer?
-Debe de haber alguna
otra razón…--Kyo hace memoria y recuerda lo que le ha contado de su hermano.
-Ah, sí… ya recuerdo. Me
ha dicho que cuando habló con su madre, ésta le contó que su hermano estaba en
coma. –Demian abre los ojos como platos y muestra compasión.
-Pobre chica. Le han
pasado muchas cosas de golpe, no sé cómo no se ha derrumbado.
-Oh, lo ha hecho. Se ha
pasado diez minutos llorando, sin parar pero en seguida se ha repuesto.
-Es fuerte y la
necesitamos para localizar los fragmentos del Colmillo Sagrado.
-Lo sé, además estoy
completamente seguro de que hay demonios que quieren atraparla.
-¿Por qué?
-Por la misma razón que
nosotros, Dem, para utilizarla.
-Oh, pues en ese caso,
será mejor que vayamos a buscarla.
-Si no hay más remedio…
-No seas borde, Kyo.
-Está bien. ¿Llamo a
Cassandra?
-No creo que quiera
verme.
-Si me contaras lo que
ha…
-Ni lo sueñes, pongámonos
en marcha.
Y así, los dos sonrientes
salen en busca de la rubita.
OOO
Nada más salir fuera de
ese horrendo lugar, me siento mucho mejor. Parece que fue hace una eternidad
cuando aún iba al instituto, cuando no tenía sueños extraños, ni ningún tipo de
Marca mágica. Simplemente era yo. Yo con mi vida monótona y que últimamente
hecho tanto de menos. Ojalá todo fuera como antes. Cojo una gran cantidad de
aire y la voy soltando poco a poco. El cielo que cubre el Parque del Retiro se
encapota cada vez más hasta que finas gotas de agua caen sobre mí. “Puedes
parar la lluvia si quieres…” murmura malicioso mi subconsciente. Es bien cierto
que no me gusta la lluvia pero la sensación de frescor que me producen las
gotas, alivia el escozor del pecho. ¿Y ahora qué hago? ¿Mendigo para conseguir
algo de dinero? Ah. Esto de ser una reencarnación es muy agotador. Con un
bufido me dejo caer de forma sonora sobre un banco de madera, cada vez más
empapado. Levanto mi gris mirada al cielo y me dejo llevar por la mezcla de
euforia y tristeza que siento. Sé que volver a la rutina, es imposible.
Principalmente porque los que creí que eran mis padres, no lo son, también por
el hecho de ser la reencarnación de Caín, aparte, claro está, de que mi hermano
o el que solía ser mi hermano, está en coma. Suelto una amarga carcajada. Está
claro que ese de ahí arriba, me la tiene jurada. Bueno, pues creo que para
hacer honor a mi antepasado, voy a recuperar esos fragmentos y voy a quitarme
la maldición. Eso sí, no pienso aliarme con esa gente tan extraña. Simplemente
voy a buscarlos yo sola. ¿Qué se me presentarán innombrables peligros? Sí, pero
estoy dispuesta a afrontarlos. Me considero fuerte y mucho más si tengo una
Marca que me protege de todo. Aunque Kyo diga que es una maldición y desde otro
punto de vista, lo es, también es una ventaja a la hora de luchar. Bien, está
decidido. Exhalo. Me concentro en imaginarme ángeles con alas, una piedra
siendo destruida y expulsando trozos por todo el mundo… y siento algo. Lo
siento cerca. Un fragmento. ¿Seguro? ¿Tan fácil ha sido? Me levanto
completamente mojada, recojo mi mochila y sigo ese presentimiento. Conforme
avanzo por el parque y salgo a las calles de Madrid, me doy cuenta de que no
está tan cerca como parece. Camino, camino y camino. No encuentro nada. Los
pies me duelen, el frío es demasiado intenso. Si me escurrieran ahora mismo
soltaría una cantidad de agua comparable a la del océano Pacífico. Sonrío ante
mi ocurrencia. Sigo caminando hasta que el halo del fragmento se hace más
intenso, muy intenso. Me paro. Estoy en un descampado bastante sucio. No veo
nada. La lluvia deja de caer, pero el cielo sigue igual de oscuro.
¿Qué pasa?
Me muevo con lentitud, manchando mis zapatos de barro. Algo palpita dentro de
mí. Bajo la mirada a mí Marca y veo como se mueve y toma un extraño color
dorado. Sigo contemplando atentamente mi antebrazo hasta que la Marca toma
forma de un escudo y una espada embrollados. Cierro los ojos. Y al momento noto
su presencia en mis manos. Genial. Me armo cuidadosamente y por el rabillo del
ojo capto el movimiento de una sombra.
-¿Quién anda ahí?
-Andar, lo que se dice
andar… --es una voz de chico. De un chico joven. Y ante mí aparece un muchacho
de cabellos castaños y ojos de un verde sobrenatural. –Si tú llamas a esto
andar…
Y se pone a dar saltos
por las ramas de unos viejos árboles.
-Cuidado, podrías matarme
de risa. –me mira burlón.
-Te crees muy lista…
hum…así que tú eres la reencarnación de Caín. –abro los ojos sorprendida.
-¿Y tú quién eres? –su
mirada se vuelve fría y oigo a mi corazón acelerarse. Cojo la espada con más
fuerza.
-Me llaman Ian.
-¿Te llaman? ¿A caso no
es tu verdadero nombre? –parece aburrido.
-Perdóneme usted,
señorita. Me llamo Ian. –dice con un sarcasmo exagerado.
-Ajá. Bueno pues Ian si
tienes un fragmento del Colmillo Sagrado será mejor que me lo des, ya sabes,
antes de que te mate. –y con una valentía que no siento alzo la espada un poco.
-Así que los hermanos
Kaghura ya te han contado todo. Bien, pues preciosidad, te vienes conmigo.
-Ni de coña. –abre los
ojos sorprendido.
-¿Perdón? Tú te vienes
conmigo, a las buenas o a las malas.
-Tendrá que ser a las
malas. Además… ¿Para qué me quieres?
-Para que me ayudes en la
búsqueda de los fragmentos.
-Ajá, pues como ya le
dije a Kyo, no pienso ayudarte.
-A las malas, pues.
–desenvaina una bonita espada de al menos cuarenta centímetros de largo, con la
empuñadura roja y un halo de oscuridad flotando a su alrededor. Deduzco al
instante que es un demonio. Eso sí, no sé de qué casta.
Se acerca a mí, con paso
lento y peligroso. Yo adopto una posición defensiva y empuño con más seguridad
mi espada. Estoy preparada, estoy preparada. Y antes de que Ian se coloque más cerca,
me abalanzo hacía él golpeando con fuerza su espada. Y en ese preciso momento
una vibración extraña aparece en el aire, tras chocar nuestras espadas. Me
quedo flipando. ¿Qué ha sido eso? No me da tiempo a pensar nada más, porque
casi al instante de haberse producido la vibración, Ian me ataca con una
velocidad mortífera. Retrocedo lo más rápido que puedo pero no puedo evitar el
golpe. Me preparo para sentir la punta de la espada introduciéndose en mí
estómago pero en vez de eso, siento otra vez esa ondulación en el aire. Agacho
la mirada y veo como el escudo ha salido disparado y ha parado el que
seguramente hubiera sido un certero golpe. Mi orgullo está herido. ¿Por qué me
tiene que salvar un escudo de metal? ¿A caso no soy lo suficientemente fuerte
como para defenderme yo sola? Cojo mucho aire. Retrocedo lentamente, levanto la
espada ante su fría y calculadora mirada. Y dejo que la rabia, la ira, la
desesperación, la tristeza…salgan al exterior con una gran energía que le
transmito a la espada. Ésta parece recibirla de buen grado pues de un salto,
aterrizo sobre su pecho haciéndole caer. Su respiración es agitada y la mía
también. Sigo empuñando la espada que coloco firmemente en su cuello, dejando
que un hilillo de sangre se deslice por la piel.
-Como tú antepasado,
tienes mucha fuerza… --le sonrío triunfante. --…pero no tienes la mínima
experiencia que él.
“¿Cómo?” Mi subconsciente
coge una metralleta. Yo abro la boca en una O perfecta y él aprovecha ese mismo
instante para agarrarme de la muñeca y retorcerla hasta que se oye un crack que
me hace soltar un alarido de dolor. Dios, me debe de haber roto el hueso. Ah.
Ah. Ah. Me empuja y yo caigo al barro, aún sujetándome la muñeca con dolor.
Pone su pie sobre mí garganta y aprieta con fuerza, dejándome sin aire en los
pulmones. Una ardiente escozor me recorre la garganta, siento el corazón latir
más despacio y cuando creo que voy a morir…recuerdo que no, que soy incapaz de
morir. Estoy maldita. Levanto el brazo donde llevo la espada pero Ian aprieta
más. Boqueo, muevo los brazos, las piernas; pero voy perdiendo fuerzas hasta
que de una vez por todas retira su zapato de cuero de mí cuello.
-Mmm, parece que alguien
nos ha oído. No te creas que esto acaba aquí, Caín, volveré.
-Mi nombre no es Caín, es
Rebecca. –suelta una carcajada seca. De un salto se coloca sobre la rama de un
árbol y se aleja como una sombra negra.
Nada más irse, dejo caer
mi cabeza con fuerza sin darle importancia a mí pelo, que a estas alturas debe
de estar completamente sucio. Cierro los ojos y recupero el aire. Aún noto la
espada y el escudo en mis manos. Vuelvo a abrir los ojos y observo sorprendida
que la Marca no está en mi antebrazo. ¿Por qué no está? Oh, mierda. Porque se
ha convertido en la espada y el escudo. Eso quiere decir… que puedo morir.
Puedo morir si me matan no teniendo la espada o el escudo conmigo. Un lucecita
de esperanza y terror se enciende dentro de mí. Sé que no debo alegrarme de la
posibilidad de morir, pero prefiero eso que vivir eternamente. Ciertamente no
sé porque siempre en las novelas de fantasía y cuentos de niños los personajes
malos quieren la vida eterna. ¿De qué sirve ser eterno sino tienes con quién
compartir la eternidad? Irás viendo morir a toda la gente a la que quieres,
irás quedándote cada vez más solo hasta que llegue un día en que pierdas la
razón, en la que te des por vencido, en que te des cuenta de que la muerte es
necesaria. Me concentro en mí antebrazo, y como si fueran absorbidos por una
especie de vórtice, el escudo y la espada se meten debajo de mí piel dejando
detrás de sí una marca azulada con forma de sol. ¿Ahora un sol? En serio, yo no
entiendo esto de las funciones de la Marca. De momento sé que se transforma en
espada y escudo y que me protege.
“Mi nombre es Jonathan y tu misión es descender al
infierno.” En mi mente
vuelve a aparecer el ángel de ojos azules, ese que me colocó la Marca en
sueños, ese ángel culpable de mis desgracias. Yo nunca he querido nada de esto.
Podrían haberme preguntado antes… Algo así como: “¿Estás interesada en ser la
reencarnación de Caín y matar demonios?” Bien, creo que estoy perdiendo la
cabeza…
-¿Rebecca? ¿Se puede saber que haces en el suelo? –la
voz de Kyo, hace que mi malhumor aumente en consideración.
Me incorporo y observo su rostro burlón y el
preocupado de Demian. Éste último se lanza hacía mí y examina mi rostro.
-¿Quién te ha golpeado? –me tiende una mano, que yo
agarro, pero que al notar el tirón en mi muñeca rota, me hace soltar un
gritito. Kyo presta más atención a la situación y Demian se muestra alarmado.
-Un demonio, no sé de qué casta, solo sé que es un
capullo engreído que se quiere aprovechar de mí y que se llama Ian. – Kyo da un
paso atrás. Demian mira a todas partes.
-Oye, decidme que pasa.
-Bueno… es un demonio dominante.
-Uno de los más poderosos. —murmura en voz bajita
Dem. Kyo se pasa las manos repetidamente por su negro pelo. Sus ojos rojos, se
oscurecen y me mira confuso.
-¿Ha intentado secuestrarte?
-Algo así…--cojo aire--…me ha dicho que me necesita
para encontrar los fragmentos. Pero no entiendo que maldición puede tener un
demonio, aparte de ser un demonio, claro está.
-Esa piedra no solo sirve para curar maldiciones.
Esa piedra es capaz de convertir a un ángel perdido en un arcángel, en solo un
abrir y cerrar de ojos. Imagínate con un demonio dominante…
-¿Y tú que le has dicho respecto a ayudarle? –pregunta
Kyo, agachándose a mi lado y cogiéndome por el codo del brazo bueno. Me pone en
pie y murmuro un “gracias”.
-Le he dicho y son palabras textuales: Ni de coña. –Kyo
abre los ojos desmesuradamente.
-¿Le has plantado cara?
-¡Pues claro, igual que a ti! Por cierto, ¿qué
diablos estáis haciendo aquí?
- A mí no me hables en ese tono, rubita…
-No me llamo rubita, idiota.
-¿Idiota? ¿A quién llamas idiota?
-¡A ti! ¿No lo ves? ¡Eres idiota, Kyo!
-¡Pero de que….
-¡Callaos los dos! –Kyo y yo obedecemos a Demian
quien me mira amigablemente.
-Kyo ha venido a pedirte disculpas, y a pedirte que
vengas con nosotros. –le da un sonoro codazo a Kyo mientras que éste gruñe.
-Perdón…--dice en una voz apenas audible. Me basta.
Pero como creo haber pensado en otro momento, no voy a aliarme con nadie.
-Disculpas aceptadas.
-Entonces vienes, ¿no?
-No. –los dos chicos me miran cabreados. Me dan
igual.
-¿Por qué no? Oye Rebecca tú también eres muy…
-No es por eso Demian. No pienso irme hasta que no
vea que mi hermano está bien.
-Dios rubita, está bien. Te acompañaremos al
hospital. – me sorprendo ante la reacción de Kyo. Incluso Demian se sorprende.
-Gra- gracias. –sonríe tímidamente y se encoje de
hombros.
-Necesitamos esos fragmentos.
Otro capitulo genial:) Me ha sorprendido mucho lo de demian jajajaja enserio por favor no tardes mucho en subir los siguientes :)
ResponderEliminarUn beso
P.D: me encanta como escribes :)
Jjajajajaja me alegro, esa era la idea, sorprender un poco al lector :P
EliminarNo tardaré mucho porque tengo cierta obsesión con mí propia historia ajajaja :))
MUCHÍSIMAS GRACIAS POR EL APOYO
Un besazo! :))))