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El amor morirá sólo si nosotros queremos que muera...

martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo VII



Miradas que pierden.

Después de la marcha del demonio supuestamente terrorífico y agresivo, me quedo apoyada contra un árbol y observo mis manos sangrantes.

-¡Rebecca! ¡Rebecca! –la voz de Cassandra se oye cada vez más, hasta que me ve y se para enfrente de mí. –Eres…eres la chica más estúpida del mundo. 

-¡Oye! ¿Por qué? ¿A caso no tengo derecho a descansar tranquilamente después de las tan intensas emociones que he vivido, o qué?

-Sí, pero no puedes desaparecer tan de repente. Por un momento he pensado, que mi hermano se iba a volver loco. Están todos muy enfadados contigo.

-¿Todos?

-Sí, tus padres, tu hermano, Kyo y…bueno y Demian.

-¿Mis padres? --¿Qué? ¿Mis padres se han enterado de todo este asunto? ¡Mierda!

-Sí…les hemos contado todo un poco por encima y hemos sacado algunas conclusiones.

-Ah, es verdad. Todavía no sé nada de mi pasado. No sé porque decís que ya me conocíais.

-Porque…puf. Esto va para largo. ¿Me puedo sentar a tu lado? –asiento y Cassandra toma asiento a mí lado, coge aire y cierra los ojos.

-Kyo y yo te conocemos, porque te vimos nacer. Tus padres no eran ni italianos, ni ingleses ni nada de eso, ello eran… ángeles etéreos. Eran casi arcángeles, tenían un poder inigualable y muchos enemigos entre los demonios. Casi a la vez de que tu madre se quedara embarazada de ti, los demonios crearon el libro de la muerte. Ahora dirás: ¿qué es el libro de la muerte? Y yo diré: Es un libro en el cual, si apuntas el nombre de una persona y piensas en ella, muere. También  puedes decidir la forma de morir, pero eso son simples detalles.

<<Tus padres entendieron la gravedad del asunto, y a pesar de que iban a tener un bebé se arriesgaron a ir tras los demonios que habían creado dicho libro. Fue una batalla horrible. Murieron millones de ángeles y demonios, y lo peor de todo fue que tus padres no pudieron recuperar el libro. Ellos sabían el peligro que corrías tú al nacer, y pensaron en acabar contigo antes incluso de que llegaras a este mundo, pero eran ángeles. ¡No podían acabar con la vida de alguien, y menos con la de su hija! Al final, recurrieron a unos viejos amigos suyos que resultaron ser mis padres. Nosotros os acogimos en nuestra casa y esperamos a que tu madre diera a luz y cuando eso pasó, tus padres usaron todo su poder para protegerte y crear el libro de la vida. ¿Cómo te protegieron? Enviándote con una familia de humanos normales. ¿Dónde está el libro de la vida? Nadie lo sabe. ¿Sabían ellos que su hija era la Reencarnación de Caín? Está claro, que sí.

-Mis padres…eran…ángeles etéreos.

-Sí, y el nombre que ellos te pusieron, no es Rebecca, sino Nehira.

-¿Y qué significa ese nombre?

-Luz.

-¿Luz?

-Sí, como un rayo de esperanza que se abre a través de la oscuridad. Rebecca…o mejor dicho, Nehira, eres más importante de lo que crees. Y te necesitamos.

-Gracias por decirme tantas cosas, Cassandra, sé que no nos hemos llevado demasiado bien, pero…

-E-esto…mmm… ¿Quieres ser mi amiga? –abro los ojos realmente sorprendida y sonrío.

-Pues claro que sí. –y la sonrisa se me tuerce, mientras que el labio comienza a temblarme y las lágrimas descienden por mis mejillas.

Cassandra me abraza con una sonrisa y deja que poco a poco me calme.

-Si sigues así, rubita, vas a acabar por caerme bien. –dice separándome de ella y sacudiendo mi cabello.

-Idiota, no me llamo rubita. –pone una cara realmente extraña y comenzamos a reír sin parar.

-Mierda.

-¿Qué pasa?

-Le he prometido a Kyo, que si te encontraba le llamaría.

-Se va a poner hecho una furia.

-Ya lo estaba antes…o sea que… ahora mismo estará rompiendo todas las habitaciones del hospital. –rápidamente saca su móvil y le llama.

Está claramente enfadado. Estoy sentada a al menos dos metros de distancia de Cassandra y oigo sus gritos.

-¡KYO, O PARAS DE GRITARME O LA RUBITA Y YO NOS ESCAPAMOS JUNTAS!—parece que Kyo se calma, pues Cassandra me saca la lengua y se levanta.

-Genial, hermanito, os esperamos aquí.


OOO

-Me parece impresionante que al fin hayas encontrado el libro de la muerte, Kinar.

Ella se sienta en un sofá de plumas negro y sonríe al hermoso ángel que tiene en frente. Kinar nunca pensó que un ángel como él, acabaría ayudándola. Lens, la mira con los ojos llenos de ardor, y recorre ávidamente su cuerpo únicamente vestido por un conjunto de ropa interior negro.

-Sin tú ayuda, nunca lo habría conseguido, Lens. La verdad es que me sorprendió bastante que me llamaras después de todo el dolor que te he causado. Así que no te enfades si desconfío un poquitín de ti.
-Kinar sabes perfectamente que te he ayudado, porque quiero algo a cambio.

-Y si no recuerdo mal, quieres todos los fragmentos del Colmillo Sagrado.

-Sí, y también quiero a la Reencarnación de Caín.

-¿Sabes lo que pasará si por casualidad el arcángel Miguel lo descubre?

-Sí, y sé que de todas formas, Dios me hará pagar por esto, pero quiero quitarme esta horrible maldición.

-¿Qué maldición? Eso no me lo habías contado…y yo que pensaba entretenerte esta noche…

-Te lo contaré a cambio de tu “entretenimiento”.

-Eso está hecho, ángel pervertido.

-Bien. No sé si te acordarás pero hubo un tiempo en el que yo amaba con locura a una mujer humana, y bueno, en esos momentos era capaz de hacer cualquier cosa por ella.

-Ajá.

-Los dos queríamos estar juntos para siempre, y dado que soy un ángel perdido, se podría decir de alguna forma que soy un poco inmortal, al menos durante tres mil años. El caso es que pensamos en que tal vez ella…pudiera ser también como yo.

-Así que fuisteis a ver a Charlotte, la bruja más poderosa de nuestro mundo. Pero tristemente ella no tenía ninguna solución, de modo que os recomendó ir en busca de un demonio.

-¿Cómo sabías eso?

-Oh, todo esto es muy predecible si llevas viva cincuenta mil años.

-Ajá. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Mi amada y yo, fuimos a ver a un demonio llamado Azlat, éste mismo nos ofreció la respuesta a nuestros problemas, siempre y cuando le diéramos algo a cambio.

-Os pidió vuestras almas, ¿verdad?

-En efecto. La mujer a la que amaba, estaba completamente de acuerdo en entregar su alma a un demonio, pero no yo. ¿Cómo un ángel puede entregar su fuente de poder a un despreciable demonio? ¿Cómo un ángel puede traicionar tan gravemente a su especie? Ese tipo de preguntas no paraban de rondar mi cabeza, en busca de una solución. Cuando la fecha límite llegó y nos volvimos a reunir con Azlat, yo ya tenía por seguro que no pensaba entregar mi alma a un demonio. Así que de esta manera se lo hice saber a él también.

-Y Azlat entró en cólera. Estaba tan enfurecido que mató a tu amada, y te echó una maldición que no serías capaz de romper sin el Colmillo Sagrado y la Reencarnación de Caín. ¿No?

-Sí, tristemente ese es el final de mi historia…

-Cumpliré con lo prometido y te ayudaré a conseguir tu meta, y ya que hoy me siento generosa seré tu entretenimiento por esta noche. –Kinar le guiña un ojo sensualmente, justo al mismo tiempo en que Lens se abalanza sobre ella y comienza a besarla.

OOO

Después de que Kyo dejara de gritar, y Cassandra le colgara, me he dejado caer junto al mismo árbol de antes, y he intentado dormirme o al menos descansar, pero la conversación con el estúpido demonio dominante, no se va de mis pensamientos. Tal vez tenga razón en eso de tener suerte. ¿No? Supongo que durante una eternidad o más, me dará tiempo a hacer muchas cosas. Podría conseguir mucho dinero, hacerme rica, viajar a todos los lugares del mundo, aprender todos los idiomas, conocer millones y millones de personas, adquirir un número de conocimientos, incalculables. Supongo que esa es la parte buena de ser inmortal. Mi subconsciente me mira como si realmente el llevar esta maldita marca me hubiera vuelto loca. Suspiro profundamente, cuando de repente recuerdo lo ocurrido mientras luché la primera vez con Nathiel. Mi marca se esfumó. Desapareció. Se fue sin decir adiós. Eso sólo puede significar una cosa, y esa es que aunque sea en ese momento de debilidad, puedo morir. Sé que nadie en toda la faz de la Tierra desea morir, pero para mí es un alivio. Un alivio mezclado con terror, porque ahora sé que no soy invencible, y es mejor que mis enemigos no sepan ese pequeño detalle.

Por un momento, mi mente queda en blanco y comienzo a observar a Cassandra. Sé nota que últimamente no ha dormido, porque debajo de esos preciosos ojos rojos se encuentran unas profundas ojeras, además de que la preocupación se refleja claramente en su rostro. ¿Qué le pasará? A lo mejor, es uno de esos días que tenemos las chicas. “Pero no es solo un día, lleva tiempo así” afirma mi subconsciente poniéndose unas gafas, y adoptando una postura de sabelotodo. Me entran ganas de reír. Si la gente viera todo lo que pienso e imagino se morirían de risa. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Prefiero tomarme toda esta situación con humor, porque si me pongo a pensar en todas las cosas surrealistas que me han pasado, voy a llegar a la conclusión de que estoy completamente majara.

-Universo llamando a Nehira. –dirijo mi mirada a Cassandra y sonrío.

-Llámame Rebecca. —la morena frunce el ceño y me mira extrañada.

-¿Por qué no quieres que te llame por tu verdadero nombre?

-Porque, mis verdaderos padres son los que me han criado durante todo este tiempo, y ellos eligieron mi nombre. Así que llámame Rebecca. 

-Eres realmente rara, rubia.

-¡Que no me llamo así, jod…

-¡IMBÉCIL! –la odiosa voz de Kyo entra en mis oídos y casi hace reventar mis tímpanos. Realmente odio a este chico. ¿Cómo puede ser capaz de irritarme tanto con tan sólo pronunciar una palabra? Mi subconsciente levemente irritado abre un cajón y saca un fusil de los grandes con intenciones de asesinar a cualquiera que no diga mi nombre.

-Para tu información, tengo un nombre, estúpido.

-¿Estúpido? ¿Realmente crees que tienes derecho para hablarme? ¿Te crees que por qué te hayas ido llorando, me vas a caer bien, que me voy compadecer de una pobre alma como tú? ¡Pues no, porque nosotros tres hemos pasado por mil y una situaciones más difíciles que la tuya, y aquí seguimos, luchando por lo que queremos! Así que cuando dejes de compadecerte a ti misma, empieza a hablarme con un poquito de respeto, a mí, a Cassandra y a Demian. ¿Lo has entendido? –cuando termina de hablar coge aire y me mira esperando una reacción.

Bien, pues no la va a tener. Mi subconsciente me mira extrañado al igual que los hermanos Kaghura y Dem. Estoy cansada de sus sermones, y eso es justamente porque nunca he escuchado lo que decía, pero ahora sí, y lo he entendido. He entendido lo que decía Nathiel, me he estado comportando como una inmadura, como una niña a la que no le han comprado su caramelo favorito.

-Ian tenía razón, me he comportado como una inmadura –agacho la cabeza--  os pido perdón. –los tres me recorren con la mirada de arriba abajo incrédulos.

-¿Ian? --¿en serio? Kyo, ¿realmente es en eso en lo único que te has fijado? Oh, en serio. Mi orgullo está herido de muerte, y ni siquiera reconocen ni un poquito la acción que acabo de hacer.
-Sí, antes he hablado con él, e incluso le he pegado un puñetazo. –sus ojos se abren un poco más, si eso es posible, claro.

-Rebecca…has hablado con un demonio dominante…y no sólo eso…le has pegado un puñetazo…y estás sana y salva. –Cassandra me mira con gran admiración, al igual que Demian, pero Kyo sólo puede mover la cabeza en signo de negación.

-Ahí, hay algo raro. Es imposible que un demonio tan poderoso te haya perdonado una agresión, sin estar en una batalla seria. Porque no estabais en una batalla seria. ¿No? –niego con la cabeza. –Ahí hay algo raro. –vuelve a repetir Kyo.

-Oh, en serio, eres más idiota de lo que pensaba. KYO. Acabo de pedirte perdón, creo que al menos me merezco un batido de chocolate. –el ángel de ojos rojos, me mira aún sorprendido y suelta una carcajada.

-No te soporto, niñata.

-¿Cómo que niñata? Eres, eres, eres…

 -Un idiota. Pero tengo buen corazón, ¿no? –mierda, Leo, podía haberse callado eso. Mis mejillas se ruborizan hasta el punto de explotar.

-Oh, Rebecca. ¿Me dejas violarte?

-¡¿Otra vez?! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Estás más imbécil que de costumbre. –suelta una risita, se acerca a mí, posa una mano sobre mi cabeza y me da unas palmaditas.

-Bien hecho, Rebecca. –es la primera vez que dice mi nombre con seriedad. Siento como mi corazón se acelera, y me fijo en lo guapo que es. En cómo me gusta que su barbilla tenga esa forma cuadrada, en cómo me gusta que el pelo se le quede desordenado, en cómo me gusta que entrecierre los ojos como un gato cuando piensa. Por primera vez en mi vida, me pierdo en la mirada de alguien.

OOO

-Oh, Rebecca. ¿Me dejas violarte? –Kyo lo suelta sin pensarlo, porque la verdad es que ella se ve muy guapa ruborizada.

-¡¿Otra vez?! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Estás más imbécil que de costumbre. –sonríe interiormente, al moreno le gusta esa chica, le gusta como le planta cara a todo el mundo, le gusta cuando no puede parar de reírse por una estupidez. Se acerca lentamente a ella, y le da unas ligeras palmadas en la cabeza. La mira fijamente, y como muchas veces, su corazón se acelera, su respiración se agita, su cordura queda atrapa en esos ojos grises.

viernes, 14 de junio de 2013

Capítulo VI

Nathiel es un buen nombre.


-¿Qué? ¿Qué no has cogido a la chica?

-¡Kyo Kaghura y ese rubiales tintado, venían!—Ian está muy enfadado. No puede creer que un demonio menor, le esté echando la bronca.

-¿Sabes cómo se va a poner Kinar cuándo le digas la maravillosa noticia? –Ian endereza la espalada. Kinar es una diablesa muy poderosa, de una casta superior a la suya, es decir, una señora del averno.

-Ya lo sé… ¿Pero qué querías que hiciera? No tenía la mínima posibilidad, por mucho que me cueste reconocerlo.

-¿Por qué? Kyo y Demian nunca han sido un problema para ti. ¿Por qué lo iban a ser ahora?

-¡No son ellos los que me preocupan! Es esa chica.

-¿La rubita? ¿La Reencarnación de Caín?

-Sí… --Ian baja la voz. Se había quedado muy sorprendido al ver la mirada de odio y poder que había reflejado la chica. Su espada le da poder. Mucho poder.

Las difuminadas imágenes de recuerdos que anteriormente habían pasado por su mente, cuando luchó con la chica, vuelven. Le duele la cabeza, así que se lleva una mano sujetándola con fuerza. Ian quiere acordarse de su pasado, quiere saber si en realidad su nombre es ese, quiere saber quién es su familia, quiere poder recordar. Y durante una milésima de segundo, había recordado. ¿Cuándo? Cuando estaba luchando con esa chica. Tal vez sólo hayan sido imaginaciones de su cabeza, por la confusión de la batalla, pero no sólo había recordado si no que había sentido algo. Algo parecido a la añoranza. Y justamente para comprobar si sólo ha sido una imaginación, quiere volver a verla. También sabe que Kinar, se va a enfadar mucho, le va a tortura hasta que se canse y le va a volver a enviar en busca de la Reencarnación de Caín.

-¿Por qué? Si solo es una criaja.

-Tengo su misma edad, idiota.

-Perdón, señor. –hace una pequeña reverencia burlona.

-Cállate, imbécil.

-Venga, dejando aparte la broma. ¿Por qué le tienes tanto miedo? – A Ian le da un vuelco el corazón. 
Miedo. Miedo. Ha sentido mucho miedo. Hace tiempo…pero no lo recuerda. Quiere recordar. Y necesita comprobar si estando cerca de esa chica, recuerda algo.

-Porque su espada es muy poderosa.

-¿Solamente eso? ¡Pero Ian, tú y tú espada, seguro que sois mucho más poderosos!

-Eso es del todo ver…

-¡¿Dónde está ese traidor?! –oh, oh. A Ian se le cae el alma (si es que tiene) a los pies. Kinar ya ha llegado.
-¿Te refieres a mí? –Ian adopta una posición de aburrimiento y pone cara de pena, intentando disimular el terror que siente.

-¡Sí, tú! ¿Se puede saber qué tienes en esa bonita cabecita tuya? –se acerca a Ian y le golpea fuertemente haciéndole sangrar por la nariz. –Claramente te ordené que trajeras a la chica. ¿Tan difícil es de entender?
-No. Le ruego que me pida perdón. –el chico se levanta y hace una reverencia delante de la mujer de pelo claro, ojos oscuros y sonrisa diabólica, que es recibida con una patada.

-Eso no me basta. Vuelve a ir. Tráemela.

-De acuerdo mi señora.

-Así me gusta. Te lo perdono porque hoy estoy de muy buen humor.

-Gracias mi señora. –vuelve a hacer una reverencia, satisfecho. Ha pasado justamente lo que él pensaba, y encima no le ha torturado. Está claro que hoy su día de suerte.

 
                                                     OOO

Entro en la habitación del hospital en la cual me han indicado que está mi hermano. Ha costado bastante convencer a Kyo de que mi hermano no es ningún demonio disfrazado y que voy a estar bien. Claro, que a él, Demian y Cassandra que parece estar de un humor de perros, no les han dejado pasar, porque ni siquiera son conocidos de Leo. Suspiro y observo la gran figura que ocupa la cama. Lleva el pelo igual de revuelto que siempre, sus ojos se mantienen cerrados y su respiración es lenta. Sin querer se me inundan los ojos de lágrimas.

Mierda. Me he prometido a mí misma que nada de lágrimas. Me agarro el labio tembloroso entre los dientes y reprimo la sensación de tristeza que se expande por mí pecho. Con paso sigiloso llego a su lado y agarro su mano. Oh, Leo.  Si supieras todo lo que ha pasado, pensarías que estoy loca. Cuanto he echado de menos la familiaridad de su rostro, su calidez, su tacto. Literalmente me abalanzo sobre él y lo envuelvo entre mis brazos. Comienzo a llorar y en susurros le cuento los acontecimientos que han ido sucediendo desde que me fui de casa.

-Y…y ellos son muy agradables conmigo, me cuidan, me dan un hogar, me protegen. Incluso Kyo se preocupa de mí. ¿Sabes? Creo que lo único que le pasa, es que nunca ha recibido demasiado cariño, ya sabes, por el rollo de la maldición. Porque yo sé que en el fondo, él es un buen chico que se preocupa de su mejor amigo y su hermana. Luego como ya he mencionado a lo largo de la historia, está Cassandra que es la hermana de Kyo. Es una chica muy guapa, aunque siempre es muy fría conmigo. Hay veces que me da la impresión de querer acercarse a mí, de querer ser mi amiga y otras veces simplemente me grita o se enfada conmigo.

<<Los hermanos Kaghura son un completo misterio para mí, la verdad. Y para finalizar está Demian. Es un chico muy guapo y que me recuerda a ti en muchas ocasiones. Es dulce y agradable. Y de momento creo que…

-Deben ser buena gente. –mis ojos se abren desmesuradamente al darme cuenta que esa voz ha salido de Leo.

Bajo la mirada lentamente y veo que sus ojos alegres me recorren de arriba abajo con una sonrisa.

-¡LEO! –grito de tal manera que es posible que se hayan enterado en toda Madrid. Él suelta una risita y me abraza fuertemente.

Rápidamente cojo el móvil y mando un SMS a mí madre y otro a mí padre justo a la vez en que la puerta se abre y entra un Kyo sudoroso y con el temor en el rostro.

-¿Se puede saber por qué has gritado de tal manera?

-Porque mi hermano se ha despertado, idiota.

-¿Idiota? ¿Ya estamos, rubita? Te voy a…

-Tú debes de ser Kyo, el chico idiota pero de buen corazón. –Kyo abre los ojos desmesuradamente mientras que yo agacho la cabeza, sonrojada.

-¿Así que en el fondo, rubita, me amas?

-¡No digas tonterías! Kyo, idiota.

-Rebecca. ¿Puedo violarte?

-¡¿Qué?! ¡Hoy estás más idiota de lo normal! –Leo suelta una gran carcajada y los dos le miramos encolerizados.

-Sois graciosos.

-Pero cuando se pasan el tiempo así, son insoportables. –Demian aparece en la puerta de la habitación seguido de una Cassandra indiferente.

-Me lo imagino, Demian. –Dem mira a mi hermano también sorprendido.

-Le he hablado de vosotros.

-¡Oh, espero que cosas buenas! –Cassandra se muestra irónica.

-Leo…será mejor que me vaya, no quiero encontrarme con mamá y papá. –él, agarra mi mano.

-Enana, prométeme una cosa.

-Sea lo que sea promételo ya, tenemos que hacer cosas. –Demian le pega un codazo a Kyo, que entiende la situación y se aparta un poco.

-Dime.

-Prométeme que no dejarás que te pase nada malo. Por favor. Aunque no nos una la sangre, si nos une un sentimiento.

-Leo, si has oído toda la historia sabrás que soy inmortal.

-Lo sé, pero todo superhéroe tiene un defecto. No dejes que lo encuentren. ¿Lo prometes?

-Lo prometo. —y no puedo evitar sonreír. Leo, siempre tan protector. Una lágrima se me escapa.

-No llores, enana. –no soy capaz de hacer esto. Aprieto su mano mientras más lágrimas se deslizan por mis mejillas. Le suelto y me voy corriendo, evitando los brazos de Demian, evitando los gritos de Kyo sobre algo de demonios, evitando los comentarios ya no tan indiferentes de Cassandra.
Nunca he querido esto. Maldigo el día en el que nací. Corro por los pasillos, buscando desesperada la salida y cuando estoy cruzando la salida, reconozco dos figuras que conozco muy bien. Mis padres. O mejor dicho mis padres adoptivos.

-¡REBECCA! –pero mi subconsciente me obliga a seguir corriendo. Porque él y yo, sabemos perfectamente que no tengo las suficientes fuerzas como para soportar eso.

Sigo corriendo, corriendo y corriendo. Las lágrimas hace tiempo que han parado de salir y solo queda rabia dentro de mí. Ah, quiero morirme. No quiero vivir con esto. Suspiro y paro de correr. Miro a mí alrededor y me encuentro en un pequeño bosque a las afueras de la ciudad. Me apoyo contra un árbol y respiro profundamente. Ojalá pudiera ser una persona normal, sin marcas, ni tonterías. Sólo yo, encontrando el amor, estudiando una carrera, casarme, tener un hijo… ¿Por qué? La rabia me envuelve como nunca antes me ha envuelto y sin previo aviso empiezo a darle puñetazos al árbol. La piel de los nudillos, se rasga y pequeños ríos de sangre se deslizan por mis manos, el sudor chorrea por mi espalda, y mi mente queda en blanco. Ni si quiera siento el dolor. Lo único que siento es como se desgarra mi piel, mi corazón, mi alma.

-¡NO QUIERO ESTO!

-¿El qué? –me giro rápidamente y me encuentro en frente de Ian.

Me siento desfallecer. “Es un demonio dominante” recuerda mi subconsciente sonriendo diabólicamente. Mierda. Mierda.

-Esto…todo…--murmuro confusa. Me mira extrañado y se acerca a mí, poco a poco, mientras que a la misma vez yo me alejo.

-¿Qué es todo? ¿Rebecca? Ése es tu nombre. ¿No?

-Sí, lo es.

-Pues Rebecca, no deberías quejarte de ser inmortal. Deberías de dar gracias.

-¿Gracias? ¿Gracias por ver morir a toda la gente que quiero? ¿Gracias por no poder amar alguien ya que le veré morir?

-¡Eres una estúpida! Tienes mucha suerte. ¿No te das cuenta de lo mucho que puedes aprender? ¿De lo mucho que puedes cambiar? No tienes ni idea del comportamiento tan inmaduro que estás  teniendo, y eso es lo más inmaduro que puedes hacer.  --¿un puñetero demonio dominante me está hablando de inmadurez?
-¡Tú eres igual de inmaduro que yo! –y no puedo evitar soltar mi puño, que golpea su rostro.

Cuando siento su mirada asesina sobre mí me doy cuenta de lo que acabo de hacer. Ay, Dios mío. Me va a matar. Me agarra del cuello y me levanta del suelo. Siento el oxígeno dejando  de circular por mis venas, pero aún así, sigo viva, intentando escapar de las garras de este endiablado demonio.

-Necesitas sufrir un poco de dolor. –y me deja caer al suelo haciendo que mi pie se doble de tal modo hasta que se oye un desagradable y doloroso “crack”. Rápidamente mi Marca funciona contra él, pero asombrosamente evita el efecto de mi maldición soltando una risa seca.

-Eso conmigo no funciona boni…--su expresión se vuelve confusa y recorre mi rostro con ansia. –Tú… tú me devuelves mis recuerdos.

-¿Tus recuerdos? ¿No recuerdas nada de ti mismo? –él niega con la cabeza y se deja caer a mi lado. La verdad es que para ser un demonio tan poderoso parece bastante bueno. Coge mi pie con delicadeza y hace diferentes movimientos para comprobar si el hueso está roto, cosa que dudo mucho, la verdad.

-Ni si quiera si mi verdadero nombre es Ian. –suspira. –Hace mucho tiempo cuando nací yo, mi madre, una gran diablesa, murió. Y yo quedé bajo el cargo de mi padre que me educó para ser quien soy ahora. Pero a él lo mataron. Otros demonios. Nunca supe el motivo, pero como yo fui el único testigo de ese complot, decidieron borrar mis recuerdos, cosa que incluía mi nombre, mi lugar de nacimiento, mi familia…y nunca he vuelto a recordar a partir de ese día, hasta…hasta que luché contra ti. No sé el porqué.

-Nathiel es un buen nombre.

-¿Qué? ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?

-¡Por supuesto! Y como motivo de eso, he dicho lo de Nathiel.

-No te entiendo.

-Quiero decir que no sabes cómo te llamas así que como Ian no es un nombre que me guste demasiado, me gustaría llamarte Nathiel.

-¿Nathiel? ¿Por qué ese nombre?

-Porque me gusta. Y si te llamas con un nombre que me gusta, cada vez que te llame por ese nombre, me recordaré a mí misma, que eres alguien que me gusta, que eres alguien “bueno”. –suelta una gran carcajada, y apoya una mano sobre mí hombro.

-¡Eres la primera persona que me llama bueno!

-Para ser un demonio tan temido, eres simpático.

-Si de verdad me conocieras…

-Perdón, pero tú tampoco te conoces. Y ya sabes lo que dicen: una persona es como es por su pasado.-- Me mira realmente sorprendido, retira la mano y se levanta.

-¿A dónde vas?

-A donde a mí me dé la gana.


-Vale, adiós Nathiel. –se gira un único momento y sonríe.

viernes, 24 de mayo de 2013

Capítulo V



Volver a la rutina, es imposible.


Kyo avanza por uno de los numerosos pasillos de la guarida y conforme se va acercando al centro de reuniones oye gritos de Cassandra y Demian. ¿Les atacan? Kyo camina con más velocidad hasta que llega a un punto en el que empieza a correr. Justo cuando va a abrir la puerta sale su hermana con lágrimas brillando en sus ojos y estremeciéndose. Kyo la coge del brazo. 

-¿Qué ha pasado? ¿Cassandra? ¿Por qué lloras? –su hermana no le responde, es incapaz de mirarle. Sabe que él no tiene la culpa, pero…

-Tú, tú tienes la culpa…--Kyo no comprende nada. ¿De qué tiene la culpa?

-¿Qué se supone que he hecho?

-Demian…tú…yo…

-Cass, relájate y cuéntamelo con tranquilidad.

-¡No me trates como a una niña! ¡Demian es gay por tu culpa! –Kyo queda totalmente impactado. ¿Demian gay? No es que él esté en contra de esas cosas pero nunca hubiera imaginado que fuera gay. ¿Y por qué es su culpa?

-¿Por qué es mí culpa y por qué te afecta tanto que Demian sea gay?

-Dios, Kyo… eres rematadamente tonto. –se deshace del brazo de su hermano y huye hacía su habitación donde se tumba encima de un montón de almohadas rosas. Y ahí comienza a llorar. Expulsa todo lo que lleva fuera.

¿Cómo es posible que su hermano sea tan tonto? Dios…ella lleva enamorada de Demian toda la vida y Kyo aún siendo de su misma sangre, no se ha dado cuenta… Se siente frustrada, incomprendida. Y por encima de todo se siente avergonzada. ¡Anda que lanzarse hacía él de esa manera! Y poco a poco los recuerdos que han acontecido hace unos cuantos minutos vuelven a la mente y al corazón de Cassandra.

OOO

Kyo y Rebecca salen del centro de reuniones y Cassandra y Demian se quedan a solas. Cass sabe que es la única oportunidad que tiene de declararse al chico de ojos naranjas que tiene al lado. Está nerviosa y confusa por la situación pero sonríe mientras toma la mano de él, entre las suyas. Demian le mira sin comprender. Ella se sonroja y empieza a hablar.

-Demian. Tú siempre has cuidado de mí—él asiente prestándole toda su atención—y quiero agradecértelo. Después de tantos años, batallas, momentos tristes, risas… yo empecé a… a comprenderte…a…quererte. Llevo enamorada diez años. ¿Y sabes de quién? De ti, siempre supe que para mí eras más que un amigo. –el mencionado no reacciona.

 Se muestra pálido como un muerto. Le va a romper el corazón y no quiere. Cassandra es lo más parecido a una hermana pequeña que ha tenido. ¿Cómo es posible que él esté enamorado de su hermano?
Cassandra al ver su expresión de duda y de dolor sabe su respuesta. Las lágrimas se acumulan detrás de los párpados, reprime un sollozo. ¿Por qué no la quiere?

-Verás, Cassy,  todo es muy complicado.

-¿Dime, por qué no te gusto? ¿No soy lo suficientemente guapa? ¿Es eso?—Demian se muestra escandalizado.

-¡No, no es nada de eso!

-¿Y entonces que es, eh? –el volumen de Cassandra va creciendo hasta convertirse en gritos.

-¡No me gustan las chicas! –exclama Demian perdiendo la paciencia. La chica se queda sin aliento y las lágrimas comienzan a brotar por sus mejillas mientras que de vez en cuando suelta un sollozo. Es gay, es gay… se repite a sí misma.

-Pero… no es sólo eso. ¿Verdad? Sientes algo por alguien… --él, abre los ojos desmesuradamente. ¿Cómo diablos lo ha averiguado?

-Kyo. Quiero a Kyo. –y esa es la gota que colma el vaso. Cassandra no se reprime, se inclina, y junta sus labios con los de él. Es un beso extraño. Los dos mantienen los ojos abiertos. Ella con lágrimas corriendo por su cara y con el corazón muerto de dolor, él con expresión derrotada y perdida, no quiere hacerle daño.

-Así que… mi hermano…--suelta una carcajada seca. –No tienes buen gusto.

-Cassandra, yo…

-¡Tú nada! ¡No quiero estar cerca de ti! ¡Nunca más! –la chica se abalanza hacía la puerta y se va, dejando atrás a un Demian deprimido y culpable.

OOO

Cassandra no puede parar de llorar. No quiere verle, sólo quiere estar sola, quiere recoger los pedazos de su roto corazón y sanar. Quiere sanar y sentirse bien, fuerte. Como ella es.
Kyo entra dentro del centro de reuniones. “¡Demian es gay por tu culpa!” ¿Qué querría decir con eso su hermana? No hay quien entienda a las mujeres… Avanza por la gran sala y ve a Demian con el rostro enterrado entre las manos y temblando. ¿Está llorando? Se acerca sigiloso y apoya una mano en su hombro. Demian levanta su mirada anaranjada y comprueba que sí estaba llorando.

-¿Qué ha pasado, Dem? –él niega con la cabeza y no reprime los sollozos. Kyo, que ya lo había visto así otras veces, le abraza y deja que lo suelte todo. Cuando por fin se calma, murmura:

-No quiero hablar de eso…por favor…

-De acuerdo, ya sabréis lo que hacéis. –se hace el silencio, Dem se aparta de Kyo y nota la ausencia de la rubita.

-¿Dónde está Rebecca? ¿Ya la has tratado mal y se ha ido? –el mal humor aparece en Kyo al recordar a la chica.

-¡Yo no le he hecho nada! Es más, le he contado lo que quería saber pero después se marchó, diciendo que no pensaba ayudarnos en nada. ¿Te lo puedes creer?

-Debe de haber alguna otra razón…--Kyo hace memoria y recuerda lo que le ha contado de su hermano.

-Ah, sí… ya recuerdo. Me ha dicho que cuando habló con su madre, ésta le contó que su hermano estaba en coma. –Demian abre los ojos como platos y muestra compasión.

-Pobre chica. Le han pasado muchas cosas de golpe, no sé cómo no se ha derrumbado.

-Oh, lo ha hecho. Se ha pasado diez minutos llorando, sin parar pero en seguida se ha repuesto.

-Es fuerte y la necesitamos para localizar los fragmentos del Colmillo Sagrado.

-Lo sé, además estoy completamente seguro de que hay demonios que quieren atraparla.

-¿Por qué?

-Por la misma razón que nosotros, Dem, para utilizarla.

-Oh, pues en ese caso, será mejor que vayamos a buscarla.

-Si no hay más remedio…

-No seas borde, Kyo.

-Está bien. ¿Llamo a Cassandra?

-No creo que quiera verme.

-Si me contaras lo que ha…

-Ni lo sueñes, pongámonos en marcha.

Y así, los dos sonrientes salen en busca de la rubita.


OOO

Nada más salir fuera de ese horrendo lugar, me siento mucho mejor. Parece que fue hace una eternidad cuando aún iba al instituto, cuando no tenía sueños extraños, ni ningún tipo de Marca mágica. Simplemente era yo. Yo con mi vida monótona y que últimamente hecho tanto de menos. Ojalá todo fuera como antes. Cojo una gran cantidad de aire y la voy soltando poco a poco. El cielo que cubre el Parque del Retiro se encapota cada vez más hasta que finas gotas de agua caen sobre mí. “Puedes parar la lluvia si quieres…” murmura malicioso mi subconsciente. Es bien cierto que no me gusta la lluvia pero la sensación de frescor que me producen las gotas, alivia el escozor del pecho. ¿Y ahora qué hago? ¿Mendigo para conseguir algo de dinero? Ah. Esto de ser una reencarnación es muy agotador. Con un bufido me dejo caer de forma sonora sobre un banco de madera, cada vez más empapado. Levanto mi gris mirada al cielo y me dejo llevar por la mezcla de euforia y tristeza que siento. Sé que volver a la rutina, es imposible. Principalmente porque los que creí que eran mis padres, no lo son, también por el hecho de ser la reencarnación de Caín, aparte, claro está, de que mi hermano o el que solía ser mi hermano, está en coma. Suelto una amarga carcajada. Está claro que ese de ahí arriba, me la tiene jurada. Bueno, pues creo que para hacer honor a mi antepasado, voy a recuperar esos fragmentos y voy a quitarme la maldición. Eso sí, no pienso aliarme con esa gente tan extraña. Simplemente voy a buscarlos yo sola. ¿Qué se me presentarán innombrables peligros? Sí, pero estoy dispuesta a afrontarlos. Me considero fuerte y mucho más si tengo una Marca que me protege de todo. Aunque Kyo diga que es una maldición y desde otro punto de vista, lo es, también es una ventaja a la hora de luchar. Bien, está decidido. Exhalo. Me concentro en imaginarme ángeles con alas, una piedra siendo destruida y expulsando trozos por todo el mundo… y siento algo. Lo siento cerca. Un fragmento. ¿Seguro? ¿Tan fácil ha sido? Me levanto completamente mojada, recojo mi mochila y sigo ese presentimiento. Conforme avanzo por el parque y salgo a las calles de Madrid, me doy cuenta de que no está tan cerca como parece. Camino, camino y camino. No encuentro nada. Los pies me duelen, el frío es demasiado intenso. Si me escurrieran ahora mismo soltaría una cantidad de agua comparable a la del océano Pacífico. Sonrío ante mi ocurrencia. Sigo caminando hasta que el halo del fragmento se hace más intenso, muy intenso. Me paro. Estoy en un descampado bastante sucio. No veo nada. La lluvia deja de caer, pero el cielo sigue igual de oscuro. 

¿Qué pasa? Me muevo con lentitud, manchando mis zapatos de barro. Algo palpita dentro de mí. Bajo la mirada a mí Marca y veo como se mueve y toma un extraño color dorado. Sigo contemplando atentamente mi antebrazo hasta que la Marca toma forma de un escudo y una espada embrollados. Cierro los ojos. Y al momento noto su presencia en mis manos. Genial. Me armo cuidadosamente y por el rabillo del ojo capto el movimiento de una sombra.

-¿Quién anda ahí?

-Andar, lo que se dice andar… --es una voz de chico. De un chico joven. Y ante mí aparece un muchacho de cabellos castaños y ojos de un verde sobrenatural. –Si tú llamas a esto andar…

Y se pone a dar saltos por las ramas de unos viejos árboles.

-Cuidado, podrías matarme de risa. –me mira burlón.

-Te crees muy lista… hum…así que tú eres la reencarnación de Caín. –abro los ojos sorprendida.

-¿Y tú quién eres? –su mirada se vuelve fría y oigo a mi corazón acelerarse. Cojo la espada con más fuerza.

-Me llaman Ian.

-¿Te llaman? ¿A caso no es tu verdadero nombre? –parece aburrido.

-Perdóneme usted, señorita. Me llamo Ian. –dice con un sarcasmo exagerado.

-Ajá. Bueno pues Ian si tienes un fragmento del Colmillo Sagrado será mejor que me lo des, ya sabes, antes de que te mate. –y con una valentía que no siento alzo la espada un poco.

-Así que los hermanos Kaghura ya te han contado todo. Bien, pues preciosidad, te vienes conmigo.

-Ni de coña. –abre los ojos sorprendido.

-¿Perdón? Tú te vienes conmigo, a las buenas o a las malas.

-Tendrá que ser a las malas. Además… ¿Para qué me quieres?

-Para que me ayudes en la búsqueda de los fragmentos.

-Ajá, pues como ya le dije a Kyo, no pienso ayudarte.

-A las malas, pues. –desenvaina una bonita espada de al menos cuarenta centímetros de largo, con la empuñadura roja y un halo de oscuridad flotando a su alrededor. Deduzco al instante que es un demonio. Eso sí, no sé de qué casta.

Se acerca a mí, con paso lento y peligroso. Yo adopto una posición defensiva y empuño con más seguridad mi espada. Estoy preparada, estoy preparada. Y antes de que Ian se coloque más cerca, me abalanzo hacía él golpeando con fuerza su espada. Y en ese preciso momento una vibración extraña aparece en el aire, tras chocar nuestras espadas. Me quedo flipando. ¿Qué ha sido eso? No me da tiempo a pensar nada más, porque casi al instante de haberse producido la vibración, Ian me ataca con una velocidad mortífera. Retrocedo lo más rápido que puedo pero no puedo evitar el golpe. Me preparo para sentir la punta de la espada introduciéndose en mí estómago pero en vez de eso, siento otra vez esa ondulación en el aire. Agacho la mirada y veo como el escudo ha salido disparado y ha parado el que seguramente hubiera sido un certero golpe. Mi orgullo está herido. ¿Por qué me tiene que salvar un escudo de metal? ¿A caso no soy lo suficientemente fuerte como para defenderme yo sola? Cojo mucho aire. Retrocedo lentamente, levanto la espada ante su fría y calculadora mirada. Y dejo que la rabia, la ira, la desesperación, la tristeza…salgan al exterior con una gran energía que le transmito a la espada. Ésta parece recibirla de buen grado pues de un salto, aterrizo sobre su pecho haciéndole caer. Su respiración es agitada y la mía también. Sigo empuñando la espada que coloco firmemente en su cuello, dejando que un hilillo de sangre se deslice por la piel.

-Como tú antepasado, tienes mucha fuerza… --le sonrío triunfante. --…pero no tienes la mínima experiencia que él.

“¿Cómo?” Mi subconsciente coge una metralleta. Yo abro la boca en una O perfecta y él aprovecha ese mismo instante para agarrarme de la muñeca y retorcerla hasta que se oye un crack que me hace soltar un alarido de dolor. Dios, me debe de haber roto el hueso. Ah. Ah. Ah. Me empuja y yo caigo al barro, aún sujetándome la muñeca con dolor. Pone su pie sobre mí garganta y aprieta con fuerza, dejándome sin aire en los pulmones. Una ardiente escozor me recorre la garganta, siento el corazón latir más despacio y cuando creo que voy a morir…recuerdo que no, que soy incapaz de morir. Estoy maldita. Levanto el brazo donde llevo la espada pero Ian aprieta más. Boqueo, muevo los brazos, las piernas; pero voy perdiendo fuerzas hasta que de una vez por todas retira su zapato de cuero de mí cuello.

-Mmm, parece que alguien nos ha oído. No te creas que esto acaba aquí, Caín, volveré.

-Mi nombre no es Caín, es Rebecca. –suelta una carcajada seca. De un salto se coloca sobre la rama de un árbol y se aleja como una sombra negra.

Nada más irse, dejo caer mi cabeza con fuerza sin darle importancia a mí pelo, que a estas alturas debe de estar completamente sucio. Cierro los ojos y recupero el aire. Aún noto la espada y el escudo en mis manos. Vuelvo a abrir los ojos y observo sorprendida que la Marca no está en mi antebrazo. ¿Por qué no está? Oh, mierda. Porque se ha convertido en la espada y el escudo. Eso quiere decir… que puedo morir. Puedo morir si me matan no teniendo la espada o el escudo conmigo. Un lucecita de esperanza y terror se enciende dentro de mí. Sé que no debo alegrarme de la posibilidad de morir, pero prefiero eso que vivir eternamente. Ciertamente no sé porque siempre en las novelas de fantasía y cuentos de niños los personajes malos quieren la vida eterna. ¿De qué sirve ser eterno sino tienes con quién compartir la eternidad? Irás viendo morir a toda la gente a la que quieres, irás quedándote cada vez más solo hasta que llegue un día en que pierdas la razón, en la que te des por vencido, en que te des cuenta de que la muerte es necesaria. Me concentro en mí antebrazo, y como si fueran absorbidos por una especie de vórtice, el escudo y la espada se meten debajo de mí piel dejando detrás de sí una marca azulada con forma de sol. ¿Ahora un sol? En serio, yo no entiendo esto de las funciones de la Marca. De momento sé que se transforma en espada y escudo y que me protege. 

Mi nombre es Jonathan y tu misión es descender al infierno.”  En mi mente vuelve a aparecer el ángel de ojos azules, ese que me colocó la Marca en sueños, ese ángel culpable de mis desgracias. Yo nunca he querido nada de esto. Podrían haberme preguntado antes… Algo así como: “¿Estás interesada en ser la reencarnación de Caín y matar demonios?” Bien, creo que estoy perdiendo la cabeza…

-¿Rebecca? ¿Se puede saber que haces en el suelo? –la voz de Kyo, hace que mi malhumor aumente en consideración. 


Me incorporo y observo su rostro burlón y el preocupado de Demian. Éste último se lanza hacía mí y examina mi rostro. 

-¿Quién te ha golpeado? –me tiende una mano, que yo agarro, pero que al notar el tirón en mi muñeca rota, me hace soltar un gritito. Kyo presta más atención a la situación y Demian se muestra alarmado.

-Un demonio, no sé de qué casta, solo sé que es un capullo engreído que se quiere aprovechar de mí y que se llama Ian. – Kyo da un paso atrás. Demian mira a todas partes.

-Oye, decidme que pasa.

-Bueno… es un demonio dominante.

-Uno de los más poderosos. —murmura en voz bajita Dem. Kyo se pasa las manos repetidamente por su negro pelo. Sus ojos rojos, se oscurecen y me mira confuso.

-¿Ha intentado secuestrarte?

-Algo así…--cojo aire--…me ha dicho que me necesita para encontrar los fragmentos. Pero no entiendo que maldición puede tener un demonio, aparte de ser un demonio, claro está.

-Esa piedra no solo sirve para curar maldiciones. Esa piedra es capaz de convertir a un ángel perdido en un arcángel, en solo un abrir y cerrar de ojos. Imagínate con un demonio dominante…

-¿Y tú que le has dicho respecto a ayudarle? –pregunta Kyo, agachándose a mi lado y cogiéndome por el codo del brazo bueno. Me pone en pie y murmuro un “gracias”.

-Le he dicho y son palabras textuales: Ni de coña. –Kyo abre los ojos desmesuradamente.

-¿Le has plantado cara?

-¡Pues claro, igual que a ti! Por cierto, ¿qué diablos estáis haciendo aquí?
- A mí no me hables en ese tono, rubita…

-No me llamo rubita, idiota.

-¿Idiota? ¿A quién llamas idiota?

-¡A ti! ¿No lo ves? ¡Eres idiota, Kyo!

-¡Pero de que….

-¡Callaos los dos! –Kyo y yo obedecemos a Demian quien me mira amigablemente.

-Kyo ha venido a pedirte disculpas, y a pedirte que vengas con nosotros. –le da un sonoro codazo a Kyo mientras que éste gruñe.

-Perdón…--dice en una voz apenas audible. Me basta. Pero como creo haber pensado en otro momento, no voy a aliarme con nadie.

-Disculpas aceptadas.

-Entonces vienes, ¿no?

-No. –los dos chicos me miran cabreados. Me dan igual.

-¿Por qué no? Oye Rebecca tú también eres muy…

-No es por eso Demian. No pienso irme hasta que no vea que mi hermano está bien.

-Dios rubita, está bien. Te acompañaremos al hospital. – me sorprendo ante la reacción de Kyo. Incluso Demian se sorprende.

-Gra- gracias. –sonríe tímidamente y se encoje de hombros.

-Necesitamos esos fragmentos.