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El amor morirá sólo si nosotros queremos que muera...

martes, 30 de abril de 2013

Capítulo II



Vida errante, es la que me espera.

Suelta una gran carcajada.

-Me lo imaginaba. —nos quedamos en silencio mientras el cielo se encapota y empieza a chispear.

-Odio la lluvia. —murmuro distraída, y como si la Marca lo hubiera oído, brilla con fuerza, cegándome. 
Alaric se gira y mira mi antebrazo boquiabierto.

-¿Qu-qué pasa?—la luz asciende como un rayo hacia el cielo y estalla contra las nubes, provocando que las gotas de agua caigan con más fuerza durante una milésima de segundo, para desaparecer al instante. 
Dejando el cielo despejado. --¿Qué  acaba de pasar, Rebecca?

Le miro extrañada. No tengo la menor idea. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué a mí? Ag. Se supone que la Marca me protege, no cumple todos mis deseos… ¿verdad?

-No lo sé. —exhala.

-Así que lo del chat era verdad…

“¿Cómo?”

-¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no me creíste? ¿Me estás diciendo que has venido aquí solamente por aburrimiento?

-Por aburrimiento no, por trabajo. La empresa para la que trabajo tiene un proyecto en ésta ciudad y me pareció entretenido conocer a alguien de aquí. –ante su sorpresa y la mía, le pego un puñetazo en la cara, partiéndole el labio.

-Todo esto es muy importante para mí. No tenías que ser tan capullo. ¿Me has dicho la verdad en algo? ¿O todo era mentira?

-¡No, claro que no! Todo lo que te he dicho, es verdad. Ya me he licenciado en Bellas Artes y trabajo…

-No me refiero a eso. –guardo silencio, mientras los ojos me arden. No puedo llorar, no voy a volver a llorar. Tengo que aguantar. Cojo mucho aire, y lo suelto poco a poco, relajándome. –Me refiero a lo de cosas…eh…paranormales. —me mira como si me hubiera vuelto loca y sonríe de medio lado.

-Nena, me interesan esas cosas, pero como ya he mencionado no he venido aquí por eso. –por primera vez, la sensación de estar muy decepcionada me recorre y tengo que morderme el labio para evitar las lágrimas. Creía tener a alguien que me podía ayudar…que ilusa he sido. Suspiro con cansancio.

-Lo entiendo, esperabas a una tía para llevarte a la cama, pues bien, siento decepcionarte, pero yo soy bastante rara, no me gusta todo ese rollo de…--se me quiebra la voz y rompo a llorar.

Levanto la vista y veo como Alaric escribe algo en un pequeño papel, mientras me lo tiende. Me froto los ojos, odiándome por llorar delante de un desconocido. Lo acepto de mala gana y se aleja de mí.  Y como si su presencia me estuviera dando energías, cuando se va, caigo al suelo y me mojo. Pero me da igual. Lo único que quiero es tumbarme en la cama y llorar. Cosa que me encantaría pero que no me voy a permitir hacer. Bajo la mirada al papel y leo.

Ve a ver a mi amigo, es especialista en todas éstas movidas. Vive en la Plaza Ángel, espero que te sirva de ayuda. Lo siento. Si necesitas algo, éste es mi número: 675348721. Un beso, Rebecca, ha sido un placer conocerte.

Rápidamente observo a mí alrededor con la esperanza de divisarle aún por los alrededores. Me levanto y con el papel en la mano, empiezo a correr por el parque. Mis pies se llenan de barro, el vestido poco a poco se destroza por los roces de los setos y el pelo cae sobre mis ojos, impidiéndome la visión. Al final cuando comprendo que ya no le volveré a ver, a no ser que le llame, me lleno de rabia hacía mí misma.
-Soy estúpida, joder. —ya cansada de tantas emociones me levanto y salgo del Parque del Retiro.


-¡Ya estoy en casa!—exclamo nada más cruzar el umbral de la casa.

-Ya era hora…--mi madre, interrumpe lo que seguramente es un intenso sermón, al ver mi desastroso 
aspecto.-- ¿Qué te ha pasado Rebecca?

-Nada mamá, nada que te haga falta saber.

-Pero…

-Lo único que quiero es ducharme y dormir. ¿Puedes darme la charla en otro momento? –la dejo sin habla.

-Sí…sí estás tan cansada.

-Gracias. —suspiro.
 Mi madre estaba muy rara. ¿Qué le pasa hoy a todo el mundo? Dios. Seguramente me he levantado con el pie izquierdo. Me meto en la ducha y pienso en todo lo que me ha pasado hoy. Me levanto a la madrugada con una Marca pintada en el brazo…un momento. Pongo el antebrazo delante de mis ojos y veo que la Marca ha cambiado de forma. Ya sabía yo que notaba algo diferente. Sí… Me siento furiosa. Muy furiosa. ¿Por qué? 

1- Sin contar con mi permiso, un ángel que dice ser mi padre, me tatúa una Marca muy, muy, muy, muy antigua que me protege de todo.

2- Mi mejor amigo se empeña en no creerse mis excusas (excusas que uso para protegerle de toda esta mierda).

3- El estúpido traidor que conocí en un chat de frikis resulta que solo ha venido por trabajo y no por ayudarme.

4-Después de la emoción del momento, y de las lágrimas, finalmente Alaric me da la dirección, de alguien que puede ayudarme.

5- Mi madre pretende echarme un sermón sobre la hora de llegada, le debato un poco y me deja ir.

Conclusión: ¿Estamos todos locos o qué? Esto no es nada normal. Y va a quedar muy de novela pero…ahora me doy cuenta de lo mucho que puede cambiar la vida en tan sólo un instante.

Salgo de la ducha, voy a mi habitación y me visto con una camiseta de manga corta, muy ancha, que pertenecía a mi hermano. Me recojo el aún húmedo cabello en una cola de caballo y me dejo caer en la cama.  Aún curiosa, levanto el brazo y observo la Marca. Antes  tenía forma de espiral y ahora… ahora parece un Sol rodeado de estrellas. Qué cosa más extraña. Como un resorte me levanto y me asomo a la ventana. Dirijo mi mirada al cielo y exclamo:

-¡No sé qué te habré hecho Dios, pero tú y yo acabaremos por llevarnos mal! –obviamente la gente que pasea por la calle me mira y se ríe, pero a mí me da igual.

Estoy perdiendo la paciencia. O alguien me explica que está pasándome o creo que me voy a volver loca. “¿Más?” murmura malicioso mi subconsciente. Sonrío desdeñosa. Estúpida yo. Llaman a la puerta.

-Seas quien seas, fuera de aquí.
 
-Soy tu perfectísimo hermano, Leo.

-Oh, por ser tú, corro el cerrojo.

-¡No, espera! Tenemos que hablar, muy seriamente, enana. --¿enana? Hace como ocho años que no me llama así. Algo pasa.

-Está bien, pasa. –digo alargando la a.

Mi hermano entra. No lleva camiseta así que sus trabajados abdominales se ven a simple vista, el pelo rojo cobrizo le cae mojado sobre los ojos y los pantalones de pijama le quedan holgados, dándole así un aire muy sexy y excitante para cualquier chica, menos para mí.

-Eh, enana. —me mira muy serio mientras se sienta a mí lado en la cama. Me empiezo a asustar. Leo nunca ha mostrado esa expresión tan seria. El corazón se me encoge.

-¿Qué pasa? Me estás asustando. Si se trata de una broma…--pone su mano sobre la mía.

-Rebecca, esto es muy serio. Escúchame atentamente. ¿De acuerdo?

-De-de acuerdo.

-Bien…—coge aire--…Rebecca, eres adoptada. 

-¿Qué? –mi cerebro se paraliza, mi corazón deja de latir por unos instantes y las lágrimas se acumulan.

-Rebecca, has de comprender, has de escuchar.

-¡No quiero escuchar nada, fuera de aquí! –Leo no se mueve. --¡He dicho que te vayas!

Al final mi supuesto hermano reacciona y sale cabizbajo. ¿De qué va todo esto? Siento mis ojos arder, deseando soltar amargas lágrimas pero no voy a llorar, voy a ser fuerte, voy a aguantar todo lo que venga, porque al fin y al cabo al despertar de ese sueño, supe que mi vida no podría volver a ser normal. No con una Marca que me protege, no sabiendo que mi familia no es mi familia de verdad. Cojo mucho aire, y una chaqueta. Me quito rápidamente la camiseta de mi ‘hermano’, me pongo una de tirantes, ajustada, con gran escote rosa, unos shorts y unas deportivas. Abro mi armario y saco una mochila de viaje, meto lo necesario y por último cojo el móvil. Marco el número.

-¿Hola?

-¿Eric?

-¡Ah, hola Rebecca! ¿Qué necesitas?

-Pues me gustaría saber…si puedo pasar unos días en tu apartamento. Me han dicho que soy adoptada y como también vives con Gabriel, pues…

-¿Adoptada? Quiero decir, genial, te esperamos y luego nos cuentas todo con tranquilidad. ¿Vale? –su tono de voz cariñoso hace que sienta aún más ganas de llorar. Silencio. --¿Estás bien, Becca?

-Sí, no te preocupes y gracias.

-No hay de qué. —cuelgo.

Miro a mí alrededor. Adiós habitación, adiós casa, adiós antigua Rebecca. Salgo, paso lo más sigilosa que puedo, dejo una nota para Leo en la que pone:

Gracias por haberme dicho la verdad. Necesito tiempo. Estaré bien. Espero que todo te vaya bien, para mí siempre fuiste mi hermano.
                                                                         Rebecca, tu “hermana” que siempre te querrá.  

Y salgo sin hacer ruido. Supongo que tengo que acostumbrarme a eso de vivir una vida sin rumbo. Una vida, errante.             

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