-

El amor morirá sólo si nosotros queremos que muera...

viernes, 24 de mayo de 2013

Capítulo V



Volver a la rutina, es imposible.


Kyo avanza por uno de los numerosos pasillos de la guarida y conforme se va acercando al centro de reuniones oye gritos de Cassandra y Demian. ¿Les atacan? Kyo camina con más velocidad hasta que llega a un punto en el que empieza a correr. Justo cuando va a abrir la puerta sale su hermana con lágrimas brillando en sus ojos y estremeciéndose. Kyo la coge del brazo. 

-¿Qué ha pasado? ¿Cassandra? ¿Por qué lloras? –su hermana no le responde, es incapaz de mirarle. Sabe que él no tiene la culpa, pero…

-Tú, tú tienes la culpa…--Kyo no comprende nada. ¿De qué tiene la culpa?

-¿Qué se supone que he hecho?

-Demian…tú…yo…

-Cass, relájate y cuéntamelo con tranquilidad.

-¡No me trates como a una niña! ¡Demian es gay por tu culpa! –Kyo queda totalmente impactado. ¿Demian gay? No es que él esté en contra de esas cosas pero nunca hubiera imaginado que fuera gay. ¿Y por qué es su culpa?

-¿Por qué es mí culpa y por qué te afecta tanto que Demian sea gay?

-Dios, Kyo… eres rematadamente tonto. –se deshace del brazo de su hermano y huye hacía su habitación donde se tumba encima de un montón de almohadas rosas. Y ahí comienza a llorar. Expulsa todo lo que lleva fuera.

¿Cómo es posible que su hermano sea tan tonto? Dios…ella lleva enamorada de Demian toda la vida y Kyo aún siendo de su misma sangre, no se ha dado cuenta… Se siente frustrada, incomprendida. Y por encima de todo se siente avergonzada. ¡Anda que lanzarse hacía él de esa manera! Y poco a poco los recuerdos que han acontecido hace unos cuantos minutos vuelven a la mente y al corazón de Cassandra.

OOO

Kyo y Rebecca salen del centro de reuniones y Cassandra y Demian se quedan a solas. Cass sabe que es la única oportunidad que tiene de declararse al chico de ojos naranjas que tiene al lado. Está nerviosa y confusa por la situación pero sonríe mientras toma la mano de él, entre las suyas. Demian le mira sin comprender. Ella se sonroja y empieza a hablar.

-Demian. Tú siempre has cuidado de mí—él asiente prestándole toda su atención—y quiero agradecértelo. Después de tantos años, batallas, momentos tristes, risas… yo empecé a… a comprenderte…a…quererte. Llevo enamorada diez años. ¿Y sabes de quién? De ti, siempre supe que para mí eras más que un amigo. –el mencionado no reacciona.

 Se muestra pálido como un muerto. Le va a romper el corazón y no quiere. Cassandra es lo más parecido a una hermana pequeña que ha tenido. ¿Cómo es posible que él esté enamorado de su hermano?
Cassandra al ver su expresión de duda y de dolor sabe su respuesta. Las lágrimas se acumulan detrás de los párpados, reprime un sollozo. ¿Por qué no la quiere?

-Verás, Cassy,  todo es muy complicado.

-¿Dime, por qué no te gusto? ¿No soy lo suficientemente guapa? ¿Es eso?—Demian se muestra escandalizado.

-¡No, no es nada de eso!

-¿Y entonces que es, eh? –el volumen de Cassandra va creciendo hasta convertirse en gritos.

-¡No me gustan las chicas! –exclama Demian perdiendo la paciencia. La chica se queda sin aliento y las lágrimas comienzan a brotar por sus mejillas mientras que de vez en cuando suelta un sollozo. Es gay, es gay… se repite a sí misma.

-Pero… no es sólo eso. ¿Verdad? Sientes algo por alguien… --él, abre los ojos desmesuradamente. ¿Cómo diablos lo ha averiguado?

-Kyo. Quiero a Kyo. –y esa es la gota que colma el vaso. Cassandra no se reprime, se inclina, y junta sus labios con los de él. Es un beso extraño. Los dos mantienen los ojos abiertos. Ella con lágrimas corriendo por su cara y con el corazón muerto de dolor, él con expresión derrotada y perdida, no quiere hacerle daño.

-Así que… mi hermano…--suelta una carcajada seca. –No tienes buen gusto.

-Cassandra, yo…

-¡Tú nada! ¡No quiero estar cerca de ti! ¡Nunca más! –la chica se abalanza hacía la puerta y se va, dejando atrás a un Demian deprimido y culpable.

OOO

Cassandra no puede parar de llorar. No quiere verle, sólo quiere estar sola, quiere recoger los pedazos de su roto corazón y sanar. Quiere sanar y sentirse bien, fuerte. Como ella es.
Kyo entra dentro del centro de reuniones. “¡Demian es gay por tu culpa!” ¿Qué querría decir con eso su hermana? No hay quien entienda a las mujeres… Avanza por la gran sala y ve a Demian con el rostro enterrado entre las manos y temblando. ¿Está llorando? Se acerca sigiloso y apoya una mano en su hombro. Demian levanta su mirada anaranjada y comprueba que sí estaba llorando.

-¿Qué ha pasado, Dem? –él niega con la cabeza y no reprime los sollozos. Kyo, que ya lo había visto así otras veces, le abraza y deja que lo suelte todo. Cuando por fin se calma, murmura:

-No quiero hablar de eso…por favor…

-De acuerdo, ya sabréis lo que hacéis. –se hace el silencio, Dem se aparta de Kyo y nota la ausencia de la rubita.

-¿Dónde está Rebecca? ¿Ya la has tratado mal y se ha ido? –el mal humor aparece en Kyo al recordar a la chica.

-¡Yo no le he hecho nada! Es más, le he contado lo que quería saber pero después se marchó, diciendo que no pensaba ayudarnos en nada. ¿Te lo puedes creer?

-Debe de haber alguna otra razón…--Kyo hace memoria y recuerda lo que le ha contado de su hermano.

-Ah, sí… ya recuerdo. Me ha dicho que cuando habló con su madre, ésta le contó que su hermano estaba en coma. –Demian abre los ojos como platos y muestra compasión.

-Pobre chica. Le han pasado muchas cosas de golpe, no sé cómo no se ha derrumbado.

-Oh, lo ha hecho. Se ha pasado diez minutos llorando, sin parar pero en seguida se ha repuesto.

-Es fuerte y la necesitamos para localizar los fragmentos del Colmillo Sagrado.

-Lo sé, además estoy completamente seguro de que hay demonios que quieren atraparla.

-¿Por qué?

-Por la misma razón que nosotros, Dem, para utilizarla.

-Oh, pues en ese caso, será mejor que vayamos a buscarla.

-Si no hay más remedio…

-No seas borde, Kyo.

-Está bien. ¿Llamo a Cassandra?

-No creo que quiera verme.

-Si me contaras lo que ha…

-Ni lo sueñes, pongámonos en marcha.

Y así, los dos sonrientes salen en busca de la rubita.


OOO

Nada más salir fuera de ese horrendo lugar, me siento mucho mejor. Parece que fue hace una eternidad cuando aún iba al instituto, cuando no tenía sueños extraños, ni ningún tipo de Marca mágica. Simplemente era yo. Yo con mi vida monótona y que últimamente hecho tanto de menos. Ojalá todo fuera como antes. Cojo una gran cantidad de aire y la voy soltando poco a poco. El cielo que cubre el Parque del Retiro se encapota cada vez más hasta que finas gotas de agua caen sobre mí. “Puedes parar la lluvia si quieres…” murmura malicioso mi subconsciente. Es bien cierto que no me gusta la lluvia pero la sensación de frescor que me producen las gotas, alivia el escozor del pecho. ¿Y ahora qué hago? ¿Mendigo para conseguir algo de dinero? Ah. Esto de ser una reencarnación es muy agotador. Con un bufido me dejo caer de forma sonora sobre un banco de madera, cada vez más empapado. Levanto mi gris mirada al cielo y me dejo llevar por la mezcla de euforia y tristeza que siento. Sé que volver a la rutina, es imposible. Principalmente porque los que creí que eran mis padres, no lo son, también por el hecho de ser la reencarnación de Caín, aparte, claro está, de que mi hermano o el que solía ser mi hermano, está en coma. Suelto una amarga carcajada. Está claro que ese de ahí arriba, me la tiene jurada. Bueno, pues creo que para hacer honor a mi antepasado, voy a recuperar esos fragmentos y voy a quitarme la maldición. Eso sí, no pienso aliarme con esa gente tan extraña. Simplemente voy a buscarlos yo sola. ¿Qué se me presentarán innombrables peligros? Sí, pero estoy dispuesta a afrontarlos. Me considero fuerte y mucho más si tengo una Marca que me protege de todo. Aunque Kyo diga que es una maldición y desde otro punto de vista, lo es, también es una ventaja a la hora de luchar. Bien, está decidido. Exhalo. Me concentro en imaginarme ángeles con alas, una piedra siendo destruida y expulsando trozos por todo el mundo… y siento algo. Lo siento cerca. Un fragmento. ¿Seguro? ¿Tan fácil ha sido? Me levanto completamente mojada, recojo mi mochila y sigo ese presentimiento. Conforme avanzo por el parque y salgo a las calles de Madrid, me doy cuenta de que no está tan cerca como parece. Camino, camino y camino. No encuentro nada. Los pies me duelen, el frío es demasiado intenso. Si me escurrieran ahora mismo soltaría una cantidad de agua comparable a la del océano Pacífico. Sonrío ante mi ocurrencia. Sigo caminando hasta que el halo del fragmento se hace más intenso, muy intenso. Me paro. Estoy en un descampado bastante sucio. No veo nada. La lluvia deja de caer, pero el cielo sigue igual de oscuro. 

¿Qué pasa? Me muevo con lentitud, manchando mis zapatos de barro. Algo palpita dentro de mí. Bajo la mirada a mí Marca y veo como se mueve y toma un extraño color dorado. Sigo contemplando atentamente mi antebrazo hasta que la Marca toma forma de un escudo y una espada embrollados. Cierro los ojos. Y al momento noto su presencia en mis manos. Genial. Me armo cuidadosamente y por el rabillo del ojo capto el movimiento de una sombra.

-¿Quién anda ahí?

-Andar, lo que se dice andar… --es una voz de chico. De un chico joven. Y ante mí aparece un muchacho de cabellos castaños y ojos de un verde sobrenatural. –Si tú llamas a esto andar…

Y se pone a dar saltos por las ramas de unos viejos árboles.

-Cuidado, podrías matarme de risa. –me mira burlón.

-Te crees muy lista… hum…así que tú eres la reencarnación de Caín. –abro los ojos sorprendida.

-¿Y tú quién eres? –su mirada se vuelve fría y oigo a mi corazón acelerarse. Cojo la espada con más fuerza.

-Me llaman Ian.

-¿Te llaman? ¿A caso no es tu verdadero nombre? –parece aburrido.

-Perdóneme usted, señorita. Me llamo Ian. –dice con un sarcasmo exagerado.

-Ajá. Bueno pues Ian si tienes un fragmento del Colmillo Sagrado será mejor que me lo des, ya sabes, antes de que te mate. –y con una valentía que no siento alzo la espada un poco.

-Así que los hermanos Kaghura ya te han contado todo. Bien, pues preciosidad, te vienes conmigo.

-Ni de coña. –abre los ojos sorprendido.

-¿Perdón? Tú te vienes conmigo, a las buenas o a las malas.

-Tendrá que ser a las malas. Además… ¿Para qué me quieres?

-Para que me ayudes en la búsqueda de los fragmentos.

-Ajá, pues como ya le dije a Kyo, no pienso ayudarte.

-A las malas, pues. –desenvaina una bonita espada de al menos cuarenta centímetros de largo, con la empuñadura roja y un halo de oscuridad flotando a su alrededor. Deduzco al instante que es un demonio. Eso sí, no sé de qué casta.

Se acerca a mí, con paso lento y peligroso. Yo adopto una posición defensiva y empuño con más seguridad mi espada. Estoy preparada, estoy preparada. Y antes de que Ian se coloque más cerca, me abalanzo hacía él golpeando con fuerza su espada. Y en ese preciso momento una vibración extraña aparece en el aire, tras chocar nuestras espadas. Me quedo flipando. ¿Qué ha sido eso? No me da tiempo a pensar nada más, porque casi al instante de haberse producido la vibración, Ian me ataca con una velocidad mortífera. Retrocedo lo más rápido que puedo pero no puedo evitar el golpe. Me preparo para sentir la punta de la espada introduciéndose en mí estómago pero en vez de eso, siento otra vez esa ondulación en el aire. Agacho la mirada y veo como el escudo ha salido disparado y ha parado el que seguramente hubiera sido un certero golpe. Mi orgullo está herido. ¿Por qué me tiene que salvar un escudo de metal? ¿A caso no soy lo suficientemente fuerte como para defenderme yo sola? Cojo mucho aire. Retrocedo lentamente, levanto la espada ante su fría y calculadora mirada. Y dejo que la rabia, la ira, la desesperación, la tristeza…salgan al exterior con una gran energía que le transmito a la espada. Ésta parece recibirla de buen grado pues de un salto, aterrizo sobre su pecho haciéndole caer. Su respiración es agitada y la mía también. Sigo empuñando la espada que coloco firmemente en su cuello, dejando que un hilillo de sangre se deslice por la piel.

-Como tú antepasado, tienes mucha fuerza… --le sonrío triunfante. --…pero no tienes la mínima experiencia que él.

“¿Cómo?” Mi subconsciente coge una metralleta. Yo abro la boca en una O perfecta y él aprovecha ese mismo instante para agarrarme de la muñeca y retorcerla hasta que se oye un crack que me hace soltar un alarido de dolor. Dios, me debe de haber roto el hueso. Ah. Ah. Ah. Me empuja y yo caigo al barro, aún sujetándome la muñeca con dolor. Pone su pie sobre mí garganta y aprieta con fuerza, dejándome sin aire en los pulmones. Una ardiente escozor me recorre la garganta, siento el corazón latir más despacio y cuando creo que voy a morir…recuerdo que no, que soy incapaz de morir. Estoy maldita. Levanto el brazo donde llevo la espada pero Ian aprieta más. Boqueo, muevo los brazos, las piernas; pero voy perdiendo fuerzas hasta que de una vez por todas retira su zapato de cuero de mí cuello.

-Mmm, parece que alguien nos ha oído. No te creas que esto acaba aquí, Caín, volveré.

-Mi nombre no es Caín, es Rebecca. –suelta una carcajada seca. De un salto se coloca sobre la rama de un árbol y se aleja como una sombra negra.

Nada más irse, dejo caer mi cabeza con fuerza sin darle importancia a mí pelo, que a estas alturas debe de estar completamente sucio. Cierro los ojos y recupero el aire. Aún noto la espada y el escudo en mis manos. Vuelvo a abrir los ojos y observo sorprendida que la Marca no está en mi antebrazo. ¿Por qué no está? Oh, mierda. Porque se ha convertido en la espada y el escudo. Eso quiere decir… que puedo morir. Puedo morir si me matan no teniendo la espada o el escudo conmigo. Un lucecita de esperanza y terror se enciende dentro de mí. Sé que no debo alegrarme de la posibilidad de morir, pero prefiero eso que vivir eternamente. Ciertamente no sé porque siempre en las novelas de fantasía y cuentos de niños los personajes malos quieren la vida eterna. ¿De qué sirve ser eterno sino tienes con quién compartir la eternidad? Irás viendo morir a toda la gente a la que quieres, irás quedándote cada vez más solo hasta que llegue un día en que pierdas la razón, en la que te des por vencido, en que te des cuenta de que la muerte es necesaria. Me concentro en mí antebrazo, y como si fueran absorbidos por una especie de vórtice, el escudo y la espada se meten debajo de mí piel dejando detrás de sí una marca azulada con forma de sol. ¿Ahora un sol? En serio, yo no entiendo esto de las funciones de la Marca. De momento sé que se transforma en espada y escudo y que me protege. 

Mi nombre es Jonathan y tu misión es descender al infierno.”  En mi mente vuelve a aparecer el ángel de ojos azules, ese que me colocó la Marca en sueños, ese ángel culpable de mis desgracias. Yo nunca he querido nada de esto. Podrían haberme preguntado antes… Algo así como: “¿Estás interesada en ser la reencarnación de Caín y matar demonios?” Bien, creo que estoy perdiendo la cabeza…

-¿Rebecca? ¿Se puede saber que haces en el suelo? –la voz de Kyo, hace que mi malhumor aumente en consideración. 


Me incorporo y observo su rostro burlón y el preocupado de Demian. Éste último se lanza hacía mí y examina mi rostro. 

-¿Quién te ha golpeado? –me tiende una mano, que yo agarro, pero que al notar el tirón en mi muñeca rota, me hace soltar un gritito. Kyo presta más atención a la situación y Demian se muestra alarmado.

-Un demonio, no sé de qué casta, solo sé que es un capullo engreído que se quiere aprovechar de mí y que se llama Ian. – Kyo da un paso atrás. Demian mira a todas partes.

-Oye, decidme que pasa.

-Bueno… es un demonio dominante.

-Uno de los más poderosos. —murmura en voz bajita Dem. Kyo se pasa las manos repetidamente por su negro pelo. Sus ojos rojos, se oscurecen y me mira confuso.

-¿Ha intentado secuestrarte?

-Algo así…--cojo aire--…me ha dicho que me necesita para encontrar los fragmentos. Pero no entiendo que maldición puede tener un demonio, aparte de ser un demonio, claro está.

-Esa piedra no solo sirve para curar maldiciones. Esa piedra es capaz de convertir a un ángel perdido en un arcángel, en solo un abrir y cerrar de ojos. Imagínate con un demonio dominante…

-¿Y tú que le has dicho respecto a ayudarle? –pregunta Kyo, agachándose a mi lado y cogiéndome por el codo del brazo bueno. Me pone en pie y murmuro un “gracias”.

-Le he dicho y son palabras textuales: Ni de coña. –Kyo abre los ojos desmesuradamente.

-¿Le has plantado cara?

-¡Pues claro, igual que a ti! Por cierto, ¿qué diablos estáis haciendo aquí?
- A mí no me hables en ese tono, rubita…

-No me llamo rubita, idiota.

-¿Idiota? ¿A quién llamas idiota?

-¡A ti! ¿No lo ves? ¡Eres idiota, Kyo!

-¡Pero de que….

-¡Callaos los dos! –Kyo y yo obedecemos a Demian quien me mira amigablemente.

-Kyo ha venido a pedirte disculpas, y a pedirte que vengas con nosotros. –le da un sonoro codazo a Kyo mientras que éste gruñe.

-Perdón…--dice en una voz apenas audible. Me basta. Pero como creo haber pensado en otro momento, no voy a aliarme con nadie.

-Disculpas aceptadas.

-Entonces vienes, ¿no?

-No. –los dos chicos me miran cabreados. Me dan igual.

-¿Por qué no? Oye Rebecca tú también eres muy…

-No es por eso Demian. No pienso irme hasta que no vea que mi hermano está bien.

-Dios rubita, está bien. Te acompañaremos al hospital. – me sorprendo ante la reacción de Kyo. Incluso Demian se sorprende.

-Gra- gracias. –sonríe tímidamente y se encoje de hombros.

-Necesitamos esos fragmentos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Capítulo IV



Historias, historias y más historias.

Entramos dentro de una enorme sala, de techos abovedados y ventanas hechas de cristales medio transparentes que le dan un aire clásico y acogedor. Lo que más me sorprende es la cantidad de estanterías repletas de libros, y la gran chimenea que decora el centro de la estancia. Demian, aún agarrando mi antebrazo, prácticamente me obliga a sentarme en un sofá de terciopelo rojo. Yo, obediente me siento, agacho la mirada y remuevo nerviosa mis manos. Noto como Demian, Kyo y Cassandra se sientan justo en frente de mí, como si se tratara de una reprimenda.

-De acuerdo. Lo primero será que levantes la mirada. –como una niña pequeña, asiento y levanto la mirada. Únicamente Demian me mira fijamente.

-¿Sabes algo, realmente? –esta vez es Kyo quien habla, y no precisamente con amabilidad.

-Sé que mi familia está preocupada, que dentro de poco tengo la Selectividad y que quiero entrar en la universidad. –mi voz se vuelve terriblemente fría y hostil.
 Ellos son desconocidos para mí, y por mucho que me hayan curado yo no quiero saber nada de todo este rollo. No me lo merezco, o al menos no creo merecerlo. No quiero enfrentarme a esto, prefiero refugiarme en mis libros de estudio y en mi vida monótona que tanto echo de menos. –Además, ¿cuánto tiempo llevaba durmiendo?

-Llevabas dos días. –mi subconsciente, todavía débil, se desmaya. Mierda, por eso tantas llamadas.

-Mierda. —murmuro. Y por una vez en todo el tiempo que llevamos en esta sala, los tres me miran fijamente sin comprender. Rebusco desesperada en la mochila y doy con mi teléfono móvil. Inmediatamente lo enciendo y llamo a mi madre.

Un tono, dos tonos, tres tonos y…

-¡Rebecca, por Dios!

-¡Mamá! –exclamo llorosa. Todos siguen mirándome. Discretamente me aparto al fondo de la sala y hablo en voz baja.

-Rebecca. ¿Dónde estás? ¿Qué te ha pasado?

-Mamá, creo que hasta dentro de un tiempo no iré a casa—hago una pausa—siento haberos preocupado tanto.

-¿Qué es lo que ha pasado para que decidas irte de casa sin decirnos nada?

-Ha pasado que ya sé la verdad. Sé que soy adoptada, sé que no sois mis padres y… y que algo raro me pasa. –suelto un sollozo contenido y mi madre otro.

-Rebecca, lo siento tanto…te abandonaron…eras apenas un bebé…

-Mamá no te culpo porque no me contaras la verdad. –reprimo las lágrimas.

-Hija, hay una cosa más… --su voz completamente impregnada de dolor susurra: --Leo…Leo está en el hospital.

-¿Qué? –mi subconsciente que permanecía durmiendo, se levanta con un ataque cardiaco.

-Salió a buscarte y le atropellaron.

-¿Qué?—“di algo más” murmura mi subconsciente-- ¿Está bien?

-No demasiado… Rebecca, sé que es pedirte mucho pero a lo mejor si vienes, tal vez despierte.

-¿Despierte? ¿No está despierto ya?

-No…está en coma. –y esa es la gota que colma el vaso. Cuelgo bruscamente.

Miro a mí alrededor y compruebo que los demás han dejado de prestarme atención. Tengo que mantener la calma. Pero ¿cómo? ¿Cómo mantienes la calma sabiendo que no eres humana y que tu hermano está en coma por tu culpa? ¿Cómo, eh? Respiro profundamente, me quito con fuerza la única lágrima que cae por mí mejilla y me acerco a los desconocidos. Ésta vez, Kyo me mira fijamente.

-¿Qué te pasa ahora? –Demian y Cassandra me miran.

-Sólo quiero que me digáis la verdad y entonces me iré. —Demian parece alarmado.

-¿Irte? ¿A dónde?

-Son cosas mías—hago una pausa muy larga conteniendo las lágrimas, una vez más.

-Rebecca… ¿estás bien? –Demian escruta mi rostro con preocupación. Niego con la cabeza.

-No me preguntes, sólo contadme la verdad.

-Bien, Kyo cuéntasela tú. Al fin y al cabo tú eres quien conoce su historia. –Kyo gruñe.

-No pienso contar nada.

-Por favor, Kyo. Cuéntame la verdad y me iré, no volverás a verme, ya no será necesario que me desprecies ni que me humilles para demostrar lo mucho que me odias. Simplemente quiero volver a mi vida normal. Por favor. –y es más un gemido de dolor que otra cosa.

La mirada burlona de Kyo se esfuma y me mira serio, perdido. Demian me mira conmocionado y Cassandra mira a Demian con ojos brillantes de adoración. Está muy claro que a Cassandra la gusta Demian, sólo con ver cómo le brilla la mirada…

-De acuerdo, lo haré, acompáñame. —le miro extrañada. –Te lo voy a contar, pero no delante de ellos dos.

Demian parece receloso ante la idea y Cassandra todo lo contrario, se muestra encantada.

-¡Venga, vamos! –Kyo hace una mueca rara, mientras me coge la mano y me saca a rastras. Cosa que me hace gracia y me saca una carcajada, una carcajada que alivia tanto dolor.

-Oye, ¿dónde estamos?

-Estamos en Madrid, en la guarida de los ángeles perdidos.

-Ajá. ¿Y en que parte de Madrid estamos?

-Estamos bajo tierra, concretamente bajo el Parque del Retiro.

-Pero, pero…desde la ventana del salón se veía luz, y… y…

-Magia.

-¿Magia? ¿Qué?

-Calla un momento. –me fijo en nuestras manos entrelazadas y me sonrojo extremadamente. Salimos por una puerta a un pequeño patio, en el cuál hay una claraboya que deja entrar un poco de luz y donde en el centro del patio hay una fuente pequeña, de agua cristalina. –Siéntate. –Cómo no, yo obediente me siento en el borde de la fuente y él a mí lado, soltándome la mano.

-¿Qué es lo que quieres saber?

-Quiero saber qué soy, porque soy así, de donde vengo, quienes sois vosotros, porque vinisteis a por mí, porque esa cosa me atacó…

-Vale, para. Todo a su tiempo. –coge mucho aire y me mira detenidamente. Se fija en mis manos temblorosas e intenta mostrar una expresión amable pero no le sale, hace una mueca muy extraña que me saca una carcajada y una sonrisa. Dulcifica el gesto de su cara. – Eres como nosotros, un ángel perdido.

-¿Perdido, por qué?

-Hace mucho tiempo, ya sabes cuándo se supone que Dios estaba creando la tierra, los ángeles vagaban por el Cielo y los demonios por el Infierno. Las leyendas cuentan que unos ángeles cometieron el pecado de enamorarse de demonios y procrearon con ellos, pues bien eso no sentó demasiado bien al resto de ángeles, y por supuestísimo a Dios. Así que éste mismo, castigó a los ángeles, condenándoles a vagar errantes y perdidos por la tierra hasta el día de hoy. –traga saliva y yo reflexiono sobre la información que bulle enfermizamente en mí cabeza.

-¿Y por qué yo tengo una marca que me protege y me da una espada cuándo me atacan? –su rostro parece expresar terror durante un instante.

-¿Cómo que te “da” una espada?

-Lo que has oído, no sé cómo pero cambia de forma y de mí brazo sale una espada, muy larga y brillante con las iníciales M y R. –esta vez no disimula el terror de su cara. Parece realmente sorprendido. --¿Eso es algo malo? –mis palabras le despiertan de sus espantosos pensamientos y sonríe de medio lado, cosa que me da un escalofrío.

-No, para nada. En fin, como iba diciendo… Cada cierto tiempo, un descendiente de Caín nace con la marca propia de éste y todo su poder, en forma de ángel perdido. Así que respondiendo a tu primera pregunta te diré que eres la reencarnación de Caín en un cuerpo de ángel perdido. ¿Alguna duda?

-Unas cuantas, la verdad. No todos los días me revelan los secretos del mundo. –Kyo ahoga una carcajada y empieza a reírse sin piedad mientras yo muestro una expresión indescifrable. Cuando el moreno para de reírse y se fija en mi semblante vuelve a ponerse serio.

-Perdóname, pero es que me has hecho mucha gracia. –suelta un suspiro. –Hacía mucho tiempo que no reía. –esa última revelación me afecta en gran medida. Kyo se refugia en su actitud egocéntrica, creída, burlesca, pero en el fondo parece realmente triste.

-Kyo, si no es demasiado entrometerme… ¿Por qué estás tan triste? –él mencionado, me mira realmente conmocionado y sorprendido.

-¿Por qué piensas que estoy triste, Rebecca? –y ésa es la primera vez que dice mi nombre.

-Tú mirada…

-Sigamos con la historia. —me corta bruscamente y sé, que me he pasado de la raya. – Demian, mi hermana y yo, somos ángeles perdidos, cada uno con un diferente poder. El de mí hermana es ser extremadamente fuerte y rápida, Demian sí se concentra, puede leer la mente de la gente y aumentar su inteligencia cuando le apetezca o convenga, y yo… yo estoy maldito, igual que tú.

-¿Yo estoy maldita? ¿No se supone que la marca es un don? –ríe sin ganas.

-No es un don, Dios se la puso a Caín como castigo, para que viera morir a todos sus seres queridos, para que cuando nadie quedara, él siguiera viviendo. Ni siquiera una enfermedad o tu propio suicidio pueden matarte. Estamos condenado a vagar errantes, perdidos. –su tono de voz es tan realista y deprimente que no me cuesta aceptar la realidad de lo que está diciendo.

-¿Tú también tienes la Marca de Caín? ¿Por eso dices que estás maldito?

-Rebecca, eres muy curiosa y eso a veces puede ser bueno, incluso divertido pero otras, es molesto. –agacho la cabeza realmente avergonzada. ¿Por qué me hace sentir como una niña que ha hecho una travesura?

-Perdona sí te he molestado…--me mira atentamente y la tensión de sus hombros desaparece al ver mi cara de total arrepentimiento.

-No pasa nada… y sí, soy algo parecido a ti. Mi maldición se basa en andar errante por la tierra, con la condición de no enamorarme, si me enamoro, mi maldición actuará rápida y eficaz, y matará a la mujer de la cual me enamore. –suelto un gemido ahogado. Qué pena. La compasión me inunda. Siempre he pensado que el amor es algo que todo el mundo debe de experimentar, ya sea con alguien de tú mismo sexo, de otra raza, de otra edad… soy bastante liberal, la verdad. Mientras haya amor, el resto de insignificantes detalles, no importan. Kyo me mira y parece no entender mi expresión apenada.

-Eso es muy triste…--y sin poderlo evitar las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas, mientras comprendo que no sólo mi vida es una mierda.

-¿Qu-qué te pasa?  ¡Rebecca! –empieza a murmurar cosas. –No sé que tengo que hacer, nunca he visto a una chica llorar… --suelto una carcajada que le hace abrir los ojos completamente.

-Kyo, no hace falta que me consueles, es simplemente que… me he sentido identificada. 

-¿Identificada? ¡Pero si tú no estás condenada a no sentir amor!

-¿A, no? Acabas de decir que mi maldición es vagar errante por la Tierra, toda la vida. No voy a poder enamorarme, porque al fin y al cabo todos morirán menos yo. Así que no digas que únicamente tú no te puedes enamorar… porque yo tampoco. –Kyo parece comprender.
 Sonríe y es la primera sonrisa verdadera que muestra desde que le conozco, que es bastante poco. Leo. De repente en mi mente aparece Leo. Me estremezco, las lágrimas de compasión son substituidas por las de tristeza. Kyo, me mira sin entender nada. Yo sigo llorando, temblando. Él no hace nada, tan sólo apoya su mano sobre mi hombro y se queda conmigo mientras me desahogo. Y eso me hace bien. No hay apenas contacto físico, pero noto como nuestras almas sí que están en contacto. De alguna manera, me consuela su presencia. Las lágrimas cesan y su mano abandona mi hombro.

-Rebecca. ¿Qué te ha dicho tu madre? –parece que me haya leído la mente.

Rápidamente le cuento nuestra conversación.

-¿Quieres que te acompañe? En esta ciudad hay muchos demonios y supongo que se habrá corrido la voz por el inframundo de que la reencarnación de Caín ha nacido de nuevo.

-¿Y qué pasa por eso? Los volveré a matar con la espada.

-No todos los demonios son tan tontos como al que mataste, hay algunos que toman formas humanas y son increíblemente poderosos.

-¿Cómo sabíais que estaba allí?

-Porque cuando uno de nuestra especie despierta, todos lo notamos. Así que Cassandra y yo, seguimos esa presencia y te encontramos medio muerta.

-¿Y por qué me atacó esa cosa?

-Porque pensaba que eras de un ángel mecánico.

-¿Ángel mecánico?

-Un ángel mecánico, es uno de una casta superior a la nuestra, es decir, que tiene más poder que nosotros.
-¿Y por qué pensaba que yo era un ángel mecánico?

-Seguramente porque esos demonios no piensan y al ver tu Marca el demonio que te atacó, pensó que eras un ángel mecánico.

-¿Hay una casta superior a los ángeles mecánicos?

-Sí, están los ángeles etéreos, y después, los arcángeles, aunque nadie sabe si todavía existen, al igual que Dios.

-Ajá. –trago saliva y proceso la información. Así que…hay diversas castas de ángeles. --¿Y los demonios? 
¿Cómo se dividen ellos?

-Igual. También hay diferentes castas. Están los demonios menores, los demonios del fuego, los dominantes y los señores del averno, pero al igual que con los arcángeles no se sabe si aún existen. Y digo lo mismo de Satán, nadie sabe de su paradero, ni siquiera de su existencia.

-Ajá, entiendo… --Kyo me mira como necesitando una respuesta a toda su explicación.

-¿No vas a decir nada? ¿No eras tan curiosa?

-No, ya sé la verdad. Ahora me voy. Gracias, Kyo. Ha sido un placer conocerte. –me levanto de la fuente, cojo mi mochila y me levanto. Oigo como inhala bruscamente, y al segundo noto su mano aferrando mi brazo.

-No te voy a dejar ir sola, te podrían matar y te necesitamos para la búsqueda de los fragmentos del Colmillo Sagrado.

-¿Colmillo Sagrado? Ah, y gracias, ya veo que sólo me queréis utilizar. Muy amable por tu parte.

-Lo siento, pero es la verdad. Tú eres la reencarnación de Caín por lo que seguramente puedes sentir los fragmentos del Colmillo.

-¿Qué es ese colmillo? –Kyo sigue aferrando mi brazo con fuerza, como si fuera el único bote salvavidas de un naufragio.

-Es una piedra, una piedra muy antigua que tú antepasado, Caín creó con la intención de romper su maldición pero que nunca llego a verificar su poder.

-¿Por qué?

-Porque se la robaron. Ángeles enviados por Dios, cogieron el Colmillo y lo destruyeron en fragmentos que esparcieron por todo el mundo.

-¿Y para qué queréis vosotros esos fragmentos?

-Para librarnos de nuestras maldiciones, pero sobre todo, para que su poder no caiga en malas manos.

-Entiendo… bien. No os pienso ayudar, adiós. –me mira encolerizado.

-¿Te salvamos y esto es lo que recibimos a cambio?

-No hubiera muerto. ¿No?

-Cierto, pero… ¡No me cambies de tema, niñata!

-¿Niñata? ¿Pero tú de qué vas? ¡ERES TONTO! –dicho esto, me deshago de su mano y salgo corriendo.
¿Qué se ha pensado el pavo éste? No pienso quedarme a obedecer sus órdenes.
 No quiero seguir metiéndome en líos, sólo quiero ver a mi hermano, que despierte y entrar en la universidad. No es demasiado pedir. Si esperaba que Kyo me siguiera, estaba equivocada. Salgo a unos túneles de piedra, que van ascendiendo hasta que al final abro una puerta de acero y salgo a un rincón detrás unos árboles. Ah, aire fresco. El Parque del Retiro. Adiós vida surrealista, hola vida monótona.

OOO

Kyo está muy enfadado. No para de dar vueltas en círculo. ¿Qué se ha pensado la rubita? ¿Qué la iba a seguir? ¡Pues no! ¡No está dispuesto a seguir a una niñata como ésa! Parece mentira que la hubiera visto nacer. Esa no era su Rebecca, no era esa niña de ojitos grises que iluminó la habitación. Sus padres eran amigos. A pesar de que Kyo tuviera sólo dos años, se acordaba perfectamente del bebé sonriente, con mechones rubios que le sonreía. Su Rebecca. No ésa. En fin, tendrá que volver con Demian y Cass, y explicarles lo ocurrido, seguro que le echan la culpa, como siempre que falla un plan. En cambio, Rebecca, ha llorado por él, le ha dado pena. Tal vez ya no sea la Rebecca bebé y bonita que era, pero ahora es una hermosa persona, por dentro y por fuera. Kyo se ruboriza. Qué tonto es. Las tías son distracciones. Las usas y las tiras. No puede creer  lo que acaba de pensar. ¡Esa rubia…hermosa! ¡Que estúpidez!