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El amor morirá sólo si nosotros queremos que muera...

martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo VII



Miradas que pierden.

Después de la marcha del demonio supuestamente terrorífico y agresivo, me quedo apoyada contra un árbol y observo mis manos sangrantes.

-¡Rebecca! ¡Rebecca! –la voz de Cassandra se oye cada vez más, hasta que me ve y se para enfrente de mí. –Eres…eres la chica más estúpida del mundo. 

-¡Oye! ¿Por qué? ¿A caso no tengo derecho a descansar tranquilamente después de las tan intensas emociones que he vivido, o qué?

-Sí, pero no puedes desaparecer tan de repente. Por un momento he pensado, que mi hermano se iba a volver loco. Están todos muy enfadados contigo.

-¿Todos?

-Sí, tus padres, tu hermano, Kyo y…bueno y Demian.

-¿Mis padres? --¿Qué? ¿Mis padres se han enterado de todo este asunto? ¡Mierda!

-Sí…les hemos contado todo un poco por encima y hemos sacado algunas conclusiones.

-Ah, es verdad. Todavía no sé nada de mi pasado. No sé porque decís que ya me conocíais.

-Porque…puf. Esto va para largo. ¿Me puedo sentar a tu lado? –asiento y Cassandra toma asiento a mí lado, coge aire y cierra los ojos.

-Kyo y yo te conocemos, porque te vimos nacer. Tus padres no eran ni italianos, ni ingleses ni nada de eso, ello eran… ángeles etéreos. Eran casi arcángeles, tenían un poder inigualable y muchos enemigos entre los demonios. Casi a la vez de que tu madre se quedara embarazada de ti, los demonios crearon el libro de la muerte. Ahora dirás: ¿qué es el libro de la muerte? Y yo diré: Es un libro en el cual, si apuntas el nombre de una persona y piensas en ella, muere. También  puedes decidir la forma de morir, pero eso son simples detalles.

<<Tus padres entendieron la gravedad del asunto, y a pesar de que iban a tener un bebé se arriesgaron a ir tras los demonios que habían creado dicho libro. Fue una batalla horrible. Murieron millones de ángeles y demonios, y lo peor de todo fue que tus padres no pudieron recuperar el libro. Ellos sabían el peligro que corrías tú al nacer, y pensaron en acabar contigo antes incluso de que llegaras a este mundo, pero eran ángeles. ¡No podían acabar con la vida de alguien, y menos con la de su hija! Al final, recurrieron a unos viejos amigos suyos que resultaron ser mis padres. Nosotros os acogimos en nuestra casa y esperamos a que tu madre diera a luz y cuando eso pasó, tus padres usaron todo su poder para protegerte y crear el libro de la vida. ¿Cómo te protegieron? Enviándote con una familia de humanos normales. ¿Dónde está el libro de la vida? Nadie lo sabe. ¿Sabían ellos que su hija era la Reencarnación de Caín? Está claro, que sí.

-Mis padres…eran…ángeles etéreos.

-Sí, y el nombre que ellos te pusieron, no es Rebecca, sino Nehira.

-¿Y qué significa ese nombre?

-Luz.

-¿Luz?

-Sí, como un rayo de esperanza que se abre a través de la oscuridad. Rebecca…o mejor dicho, Nehira, eres más importante de lo que crees. Y te necesitamos.

-Gracias por decirme tantas cosas, Cassandra, sé que no nos hemos llevado demasiado bien, pero…

-E-esto…mmm… ¿Quieres ser mi amiga? –abro los ojos realmente sorprendida y sonrío.

-Pues claro que sí. –y la sonrisa se me tuerce, mientras que el labio comienza a temblarme y las lágrimas descienden por mis mejillas.

Cassandra me abraza con una sonrisa y deja que poco a poco me calme.

-Si sigues así, rubita, vas a acabar por caerme bien. –dice separándome de ella y sacudiendo mi cabello.

-Idiota, no me llamo rubita. –pone una cara realmente extraña y comenzamos a reír sin parar.

-Mierda.

-¿Qué pasa?

-Le he prometido a Kyo, que si te encontraba le llamaría.

-Se va a poner hecho una furia.

-Ya lo estaba antes…o sea que… ahora mismo estará rompiendo todas las habitaciones del hospital. –rápidamente saca su móvil y le llama.

Está claramente enfadado. Estoy sentada a al menos dos metros de distancia de Cassandra y oigo sus gritos.

-¡KYO, O PARAS DE GRITARME O LA RUBITA Y YO NOS ESCAPAMOS JUNTAS!—parece que Kyo se calma, pues Cassandra me saca la lengua y se levanta.

-Genial, hermanito, os esperamos aquí.


OOO

-Me parece impresionante que al fin hayas encontrado el libro de la muerte, Kinar.

Ella se sienta en un sofá de plumas negro y sonríe al hermoso ángel que tiene en frente. Kinar nunca pensó que un ángel como él, acabaría ayudándola. Lens, la mira con los ojos llenos de ardor, y recorre ávidamente su cuerpo únicamente vestido por un conjunto de ropa interior negro.

-Sin tú ayuda, nunca lo habría conseguido, Lens. La verdad es que me sorprendió bastante que me llamaras después de todo el dolor que te he causado. Así que no te enfades si desconfío un poquitín de ti.
-Kinar sabes perfectamente que te he ayudado, porque quiero algo a cambio.

-Y si no recuerdo mal, quieres todos los fragmentos del Colmillo Sagrado.

-Sí, y también quiero a la Reencarnación de Caín.

-¿Sabes lo que pasará si por casualidad el arcángel Miguel lo descubre?

-Sí, y sé que de todas formas, Dios me hará pagar por esto, pero quiero quitarme esta horrible maldición.

-¿Qué maldición? Eso no me lo habías contado…y yo que pensaba entretenerte esta noche…

-Te lo contaré a cambio de tu “entretenimiento”.

-Eso está hecho, ángel pervertido.

-Bien. No sé si te acordarás pero hubo un tiempo en el que yo amaba con locura a una mujer humana, y bueno, en esos momentos era capaz de hacer cualquier cosa por ella.

-Ajá.

-Los dos queríamos estar juntos para siempre, y dado que soy un ángel perdido, se podría decir de alguna forma que soy un poco inmortal, al menos durante tres mil años. El caso es que pensamos en que tal vez ella…pudiera ser también como yo.

-Así que fuisteis a ver a Charlotte, la bruja más poderosa de nuestro mundo. Pero tristemente ella no tenía ninguna solución, de modo que os recomendó ir en busca de un demonio.

-¿Cómo sabías eso?

-Oh, todo esto es muy predecible si llevas viva cincuenta mil años.

-Ajá. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Mi amada y yo, fuimos a ver a un demonio llamado Azlat, éste mismo nos ofreció la respuesta a nuestros problemas, siempre y cuando le diéramos algo a cambio.

-Os pidió vuestras almas, ¿verdad?

-En efecto. La mujer a la que amaba, estaba completamente de acuerdo en entregar su alma a un demonio, pero no yo. ¿Cómo un ángel puede entregar su fuente de poder a un despreciable demonio? ¿Cómo un ángel puede traicionar tan gravemente a su especie? Ese tipo de preguntas no paraban de rondar mi cabeza, en busca de una solución. Cuando la fecha límite llegó y nos volvimos a reunir con Azlat, yo ya tenía por seguro que no pensaba entregar mi alma a un demonio. Así que de esta manera se lo hice saber a él también.

-Y Azlat entró en cólera. Estaba tan enfurecido que mató a tu amada, y te echó una maldición que no serías capaz de romper sin el Colmillo Sagrado y la Reencarnación de Caín. ¿No?

-Sí, tristemente ese es el final de mi historia…

-Cumpliré con lo prometido y te ayudaré a conseguir tu meta, y ya que hoy me siento generosa seré tu entretenimiento por esta noche. –Kinar le guiña un ojo sensualmente, justo al mismo tiempo en que Lens se abalanza sobre ella y comienza a besarla.

OOO

Después de que Kyo dejara de gritar, y Cassandra le colgara, me he dejado caer junto al mismo árbol de antes, y he intentado dormirme o al menos descansar, pero la conversación con el estúpido demonio dominante, no se va de mis pensamientos. Tal vez tenga razón en eso de tener suerte. ¿No? Supongo que durante una eternidad o más, me dará tiempo a hacer muchas cosas. Podría conseguir mucho dinero, hacerme rica, viajar a todos los lugares del mundo, aprender todos los idiomas, conocer millones y millones de personas, adquirir un número de conocimientos, incalculables. Supongo que esa es la parte buena de ser inmortal. Mi subconsciente me mira como si realmente el llevar esta maldita marca me hubiera vuelto loca. Suspiro profundamente, cuando de repente recuerdo lo ocurrido mientras luché la primera vez con Nathiel. Mi marca se esfumó. Desapareció. Se fue sin decir adiós. Eso sólo puede significar una cosa, y esa es que aunque sea en ese momento de debilidad, puedo morir. Sé que nadie en toda la faz de la Tierra desea morir, pero para mí es un alivio. Un alivio mezclado con terror, porque ahora sé que no soy invencible, y es mejor que mis enemigos no sepan ese pequeño detalle.

Por un momento, mi mente queda en blanco y comienzo a observar a Cassandra. Sé nota que últimamente no ha dormido, porque debajo de esos preciosos ojos rojos se encuentran unas profundas ojeras, además de que la preocupación se refleja claramente en su rostro. ¿Qué le pasará? A lo mejor, es uno de esos días que tenemos las chicas. “Pero no es solo un día, lleva tiempo así” afirma mi subconsciente poniéndose unas gafas, y adoptando una postura de sabelotodo. Me entran ganas de reír. Si la gente viera todo lo que pienso e imagino se morirían de risa. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Prefiero tomarme toda esta situación con humor, porque si me pongo a pensar en todas las cosas surrealistas que me han pasado, voy a llegar a la conclusión de que estoy completamente majara.

-Universo llamando a Nehira. –dirijo mi mirada a Cassandra y sonrío.

-Llámame Rebecca. —la morena frunce el ceño y me mira extrañada.

-¿Por qué no quieres que te llame por tu verdadero nombre?

-Porque, mis verdaderos padres son los que me han criado durante todo este tiempo, y ellos eligieron mi nombre. Así que llámame Rebecca. 

-Eres realmente rara, rubia.

-¡Que no me llamo así, jod…

-¡IMBÉCIL! –la odiosa voz de Kyo entra en mis oídos y casi hace reventar mis tímpanos. Realmente odio a este chico. ¿Cómo puede ser capaz de irritarme tanto con tan sólo pronunciar una palabra? Mi subconsciente levemente irritado abre un cajón y saca un fusil de los grandes con intenciones de asesinar a cualquiera que no diga mi nombre.

-Para tu información, tengo un nombre, estúpido.

-¿Estúpido? ¿Realmente crees que tienes derecho para hablarme? ¿Te crees que por qué te hayas ido llorando, me vas a caer bien, que me voy compadecer de una pobre alma como tú? ¡Pues no, porque nosotros tres hemos pasado por mil y una situaciones más difíciles que la tuya, y aquí seguimos, luchando por lo que queremos! Así que cuando dejes de compadecerte a ti misma, empieza a hablarme con un poquito de respeto, a mí, a Cassandra y a Demian. ¿Lo has entendido? –cuando termina de hablar coge aire y me mira esperando una reacción.

Bien, pues no la va a tener. Mi subconsciente me mira extrañado al igual que los hermanos Kaghura y Dem. Estoy cansada de sus sermones, y eso es justamente porque nunca he escuchado lo que decía, pero ahora sí, y lo he entendido. He entendido lo que decía Nathiel, me he estado comportando como una inmadura, como una niña a la que no le han comprado su caramelo favorito.

-Ian tenía razón, me he comportado como una inmadura –agacho la cabeza--  os pido perdón. –los tres me recorren con la mirada de arriba abajo incrédulos.

-¿Ian? --¿en serio? Kyo, ¿realmente es en eso en lo único que te has fijado? Oh, en serio. Mi orgullo está herido de muerte, y ni siquiera reconocen ni un poquito la acción que acabo de hacer.
-Sí, antes he hablado con él, e incluso le he pegado un puñetazo. –sus ojos se abren un poco más, si eso es posible, claro.

-Rebecca…has hablado con un demonio dominante…y no sólo eso…le has pegado un puñetazo…y estás sana y salva. –Cassandra me mira con gran admiración, al igual que Demian, pero Kyo sólo puede mover la cabeza en signo de negación.

-Ahí, hay algo raro. Es imposible que un demonio tan poderoso te haya perdonado una agresión, sin estar en una batalla seria. Porque no estabais en una batalla seria. ¿No? –niego con la cabeza. –Ahí hay algo raro. –vuelve a repetir Kyo.

-Oh, en serio, eres más idiota de lo que pensaba. KYO. Acabo de pedirte perdón, creo que al menos me merezco un batido de chocolate. –el ángel de ojos rojos, me mira aún sorprendido y suelta una carcajada.

-No te soporto, niñata.

-¿Cómo que niñata? Eres, eres, eres…

 -Un idiota. Pero tengo buen corazón, ¿no? –mierda, Leo, podía haberse callado eso. Mis mejillas se ruborizan hasta el punto de explotar.

-Oh, Rebecca. ¿Me dejas violarte?

-¡¿Otra vez?! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Estás más imbécil que de costumbre. –suelta una risita, se acerca a mí, posa una mano sobre mi cabeza y me da unas palmaditas.

-Bien hecho, Rebecca. –es la primera vez que dice mi nombre con seriedad. Siento como mi corazón se acelera, y me fijo en lo guapo que es. En cómo me gusta que su barbilla tenga esa forma cuadrada, en cómo me gusta que el pelo se le quede desordenado, en cómo me gusta que entrecierre los ojos como un gato cuando piensa. Por primera vez en mi vida, me pierdo en la mirada de alguien.

OOO

-Oh, Rebecca. ¿Me dejas violarte? –Kyo lo suelta sin pensarlo, porque la verdad es que ella se ve muy guapa ruborizada.

-¡¿Otra vez?! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Estás más imbécil que de costumbre. –sonríe interiormente, al moreno le gusta esa chica, le gusta como le planta cara a todo el mundo, le gusta cuando no puede parar de reírse por una estupidez. Se acerca lentamente a ella, y le da unas ligeras palmadas en la cabeza. La mira fijamente, y como muchas veces, su corazón se acelera, su respiración se agita, su cordura queda atrapa en esos ojos grises.